lunes, 15 de abril de 2013

En El Pitahayo mataron a una mujer enamorada


5 de marzo de 2013
EDUARDO AÑORVE
CUAJINICUILAPA

Primero dijeron que habían encontrado el cadáver de una mujer descuartizada en Rancho Alegre. Hablaron por teléfono para avisar. Eso fue el domingo 27 de enero, antes de caer la noche.
En Rancho Alegre no se sabía mucho: en efecto, una mujer había sido asesinada, pero no allí sino en el pueblo vecino, El Pitahayo. La sacaron de la cantina de una señora de allí, a donde la mujer había ido a putear, se la llevaron y la mataron en el camino de terracería que va de El Pitahayo a San Nicolás. Eso fue en la tarde del domingo. La acuchillaron, le metieron nueve balazos, y se le veía en las piernas que le habían echado el carro encima. La tiraron abajo de un puente.
Era domingo y ya habían llegado a ponerse los chachacuales, esas cantinas de güinsas ambulantes, a Rancho Alegre o Colonia Miguel Alemán, para la fiesta de la Candelaria, que comenzaría el siguiente miércoles. De uno de ellos la sacaron. Fue un hombre joven, dijeron. Ella había llegado de Cruz Grande; era una chamaca, no pasaría de 25 años, dijeron.
Morena, de cabello chino, de buen cuerpo, aunque algo gordita, dijeron, bunitilla.
La sacaron de allí como a las tres de la tarde; eran las siete de la noche, y todavía no iban las autoridades a levantar el cuerpo.
La torturaron, dicen. Fue atropellada, apuñalada y balaceada, y se conoce que trabajaba en uno de los chachacuales de Cruz Reséndiz, dicen.
El lunes ya se supo otra cosa: que aparecieron sus familiares, la identificaron y se llevaron el cuerpo.


Fotografía: Marijose, asesinada.

El informe policial
Se llamó Gozo María Hernández Fuentes, de 36 años, de acuerdo con información de la dirección de Seguridad Pública (SP) de Cuajinicuilapa.
Según esa fuente, el pasado domingo, a las 16:50 horas se recibió una llamada telefónica de Gerardo Bernal Silva, comandante de la policía de El Pitahayo, informando sobre el hallazgo de un cuerpo femenino sin vida en El Cusuco, un paraje en la terracería que comunica esa comunidad con San Nicolás.
Minutos antes de las 20:00 horas también llegaron al sitio Wendy Trejo Rodríguez, Eréndira Jiménez Bustos, León Rodríguez Flores y Pedro Vázquez Arnulfo, agente del MP, perito en criminalística, médico legista y comandante de la Policía Investigadora Ministerial (PIM), respectivamente, para realizar las averiguaciones correspondientes.
Luego de ello se determinó que la asesinada tenía nueve impactos en diferentes zonas del cuerpo, con entrada y salida; allí mismo se encontraron 9 casquillos percutidos de un arma calibre 9 milímetros, y unos anteojos oscuros.
La asesinada vestía blusa color morado, ropa interior color amarillo, capri tipo mezclilla color azul y huaraches color café.
El cadáver fue llevado a la agencia del MP en Ometepec, donde fue identificado y reclamado por Teófilo Hernández Fuentes, quien dijo ser su hermano y que ella tenía 36 años y era originaria de Cruz Grande o Florencio Villarreal.
Las autoridades municipales encontraron otros indicios, según su informe: A unos cien metros del crucero de El Pitahayo, en su entronque con la carretera federal 200 Acapulco-Pinotepa Nacional, el mismo domingo, se encontró abandonado un vehículo marca Nissan, tipo Tsuru, modelo 1992, color gris, con motor número 1648021M, serie 2BLB1340166, con permiso de circulación provisional expedido en Chilpancingo de Los Bravo.
El director de SP municipal, Honorio Martínez Rodríguez, informó que al sitio también acudieron las autoridades ministeriales mencionadas, quienes realizaron las indagaciones reglamentarias, encontrando en el vehículo un par de botas tipo militar, en la cajuela; una mochila y un portafolios con documentación, en el asiento trasero; en el asiento del copiloto se encontró un arma de fuego tipo escuadra, marca Colt Super March, calibre 38 súper (la cual también percute calibre 9 milímetros) y un cargador desabastecido.
Todos estos objetos fueron asegurados por la PIM, y tomando en cuenta lo anterior, por lo que, al parecer, ese vehículo se relaciona con los hechos delictuosos del homicidio de la C. Gozo María Hernández Fuentes, concluye el informe del director de SP municipal.
El vehículo también quedó a disposición del agente del MP.

Final de fotografía
Por la foto aparecida en el periódico local, obscura y emplastada, no podía distinguirse si se conocía o no a la mujer asesinada: parecía cualquiera.
Viendo las fotos en el sitio de la Internet de ese periódico, a color, la mujer recobraba su rostro y cobraba personalidad: Marijose.
Marijose era una joven de 24 años a su decir, y al parecer. Decía haber estudiado en Acapulco hasta la preparatoria. Era de buen decir, o cuando menos de hablar sofisticado, sobre todo si se contrasta con el habla local, llena de criollismos. Se reía siempre, y no tenía miedo a las palabras: las utilizaba con soltura, y las que suelen calificarse como groseras las emitía con gracia, casi, casi a carcajadas, con esa música.
Marijose trabajaba en El Eco, un putero de Cuaji que data de los años ochenta del siglo pasado y que ha tenido cortos momentos de esplendor y largos momentos de grisura. Marijose llegó el año pasado, 2012, y le tocó protagonizar momentos, cortos momentos de esplendor. Era una mujer de muchas y grandes carnes, pero de estrecha cintura. Deseable. No por nada cobraba mil pesos.
Un día se enamoró de un pendejo que entró ya borracho a beber, en compañía de otros borrachos, y se puso a cantar Ya me voy de tu lado, cambiándole los versos finales: ya no era el ensoberbecido amante quien la perdonaba, después de muerto y desde el cielo, por no amarlo como él quería, sino dios, él sí soberbio.
Uno de los borrachos de compañía la llamó a la mesa, y la sentó al lado del cantante, y le invitó una cerveza de hombre porque no podía invitarle una de las de damas, de a 35 pesos, de las chiquitas, por no tener dinero para pagarle una borrachera cara. Ella aceptó la cerveza, y la ocasión de descararse. Y se lo dijo al hombre, Marijose, que lo amaba -en voz y palabras que todos los de allí, de ese momento, escucharon-, que fuera su novio, su marido, su amante. Y él la pendejeó, se rió de ella porque las putas no aman. Los borrachos de compañía lo envidiaron porque ella se le ofreció, y lo maldijeron sin decirlo porque la despreció. Y ella, riente, le respondió al hombre que cantó que su cuerpo podría ser de todo el pueblo pero que su corazón sólo de él. Él volvió a reírse. Ella no parecía afrentada.
Ni cogieron ni se amaron.
Días después se supo que a ella la mataron, que la habían encontrado descuartizada en Rancho Alegre, a donde fue a putear por lo de la fiesta de la Candelaria.
Del hombre que la mató no se sabe nada todavía.

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