martes, 21 de mayo de 2013

Gobierno, seguridad pública y sociedad en Cuajinicuilapa


17 de marzo de 2013
EDUARDO AÑORVE
CUAJINICUILAPA

Entre ciudadanos de Cuajinicuilapa con los que puede uno conversar se debaten dos ideas, más bien, dos conductas: el decir y el callarse. El tema, la seguridad pública. Y de allí, las llamadas policías de autodefensa que se han creado en otros municipios cercanos, como Ayutla y Tecoanapa, y los amagos de organización de la misma en Marquelia y Ometepec. Hombres y mujeres coinciden en que es necesaria la creación de un grupo de policía de autodefensa en Cuajinicuilapa, pero cuando se trata de hablar abiertamente de esas opiniones o de hacerlas públicas a través de algún medio informativo, el dilema se reduce, se convierte en callar o, si se prefiere, en anonimato: Sí hablo, sí opino, pero que no se sepa que yo lo dije o quién soy, que mi opinión aparezca sin nombre o a nombre de alguien que no sea yo. Es la tónica, es la respuesta más recurrente. Y argumentan que quieren vivir la vida en paz, sin problemas, aunque se tenga que aguantar lo que se dice que no se quiere aguantar. Al final se razona que las cosas no están tan mal como en otros municipios, y que los delitos que se padecen son menores: robo a casa habitación, robo en las calles, robo de ganado, vandalismo...

Varias, muchas personas, ven con buenos ojos que se cree uno de esos grupos, pero pocos, escasos, hacen algo para que ello ocurra; es más, dos o tres o cuatro, sin pasar de diez, ven como probable que tengamos un grupo de autodefensa, e intentan organizarse para contactar directamente a los líderes de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado Guerrero, UPOEG. Un par de hombres, cansados de los atropellos y de la impunidad -dice uno de ellos- que gozan quienes roban o delinquen en el municipio han intentado acudir a una de las asambleas regionales de la UPOEG para ver las probabilidades de constituirse en un grupo de policía de autodefensa, pero circunstancias tan egoístas como la falta de dinero les han impedido llegar. En Cuajinicuilapa está uno de los líderes del Consejo de Comisarios de esa organización, David Rodríguez Chona, quien, curiosamente, no es comisario, pero su presencia política, social y organizativa no se ha hecho sentir aquí: es como si no estuviera. Y uno de esos hombres que buscan sumar este municipio a la policía de autodefensa promovida por la UPOEG tiene en claro que será difícil sumar a otros ciudadanos a este intento, toda vez que aquí es práctica común hablar, criticar, quejarse y no actuar: a la hora de participar, de entrarle, nomás no, nomás dejan solo al que encabeza. Pero no pierde el interés, no se desanima; asegura que buscará compañeros, que acudirá a una de aquellas asambleas porque ya está cansado de que nadie haga nada, de que la policía actúe como cómplice de quienes roban a la población si no es que roban ellos mismos, de que las autoridades se hagan de la vista gorda, de que el presidente pasee por el municipio en su camioneta nueva, acompañado de sus cuatro o cinco guaruras armados hasta las cachas, sin hacer nada, sin actuar, valiéndole madres lo que padecen los ciudadanos.

Observa este hombre, como otros ciudadanos, que el presidente Yrineo Loya Flores se gasta el dinero del pueblo en protegerse, al contratar a tantos guardaespaldas, aunque se suele criticar que él mismo ande manejando la camioneta en que viaja con todos ellos dentro, a pesar de que carga chofer, y con sarcasmo se dice que abatirlos -y uso un término no ofensivo, puesto en moda por el anterior gobierno federal en su lucha contra el crimen organizado- sería pan comido porque van todos en bola, en la improbable situación de alguien quisiera hacerles daño. También observan que Loya Flores se pasa de listo: compró una camioneta nueva del mismo modelo de la que tenía, dicen, para que la gente no se diera cuenta que era nueva o para que creyeran que era la misma. No se les va una a estos cabrones criticones, pienso. Alguien, más puntual, observa que al primero que le tiran para detener un vehículo es al chofer. Pero, en realidad, el gobierno, los funcionarios de primer nivel del gobierno municipal no padece problemas de inseguridad o robo, por ejemplo, así que ellos no sudan ni se acongojan. La población, los ciudadanos sí, y relatan que ni en el teléfono de la policía municipal ni el en famoso 066, del gobierno estatal, les hacen caso; más bien, escuchan sus llamadas de auxilio pero no las atienden. Ni siquiera ante casos de vandalismo juvenil acuden los policías preventivos del municipio, se quejan. O cuando llegan, llegan tarde, ya que todo pasó, aseguran. Pero todas estas quejas, todos estos relatos, todas estas acusaciones contra las autoridades municipales se hacen en voz baja y, de preferencia, que no se hagan públicas.

Las probabilidades, pues, de constituir un grupo de policía de autodefensa en Cuajinicuilapa bajo la asesoría de la UPOEG son escasas. Las probabilidades de que los ciudadanos denuncien abiertamente las situaciones que dicen padecer, también son escasas. Las probabilidades de que el gobierno municipal actúe para atender las quejas, las peticiones de auxilio, de seguridad, son bajas, muy bajas. Y, al revés, las ganas de que constituya ese grupo son muchas o, cuando menos así parece, por las opiniones escuchadas -y es que nadie quiera vivir en la inseguridad.

El cabildo, el cuerpo de regidores, por otro lado, parece no existir: no se conoce, no se ven sus actividades en pro de la población; no se conoce, no se ve su trabajo de vigilancia de los actos de gobierno del equipo de Loya Flores, particularmente con los relacionados con la seguridad pública. Los regidores de este cabildo, como de cabildos anteriores, se limitan a ciertas tramitologías -valga el término- relacionadas con sus áreas, como gestionar recursos y beneficios de una que otra dependencia de los gobiernos estatal y federal; es decir, nadan de a muertito, se la llevan por la fácil, andan por la sombrita. Aunque uno que otro, igual que el alcalde, anda en labores de proselitismo político para posicionar a algún amigo o amiga o compañero o compañera de partido en la siguiente administración municipal, aunque el presidente aspira, con su suerte, a una diputación. Es decir, a los regidores no les interesa ver ni actuar en el caso de la inseguridad pública... excepto que se trate de algún familiar, pariente, amigo, conocido o simpático, y no escatiman esfuerzos para sacar de la cárcel preventiva a alguno de estos que haya sido detenidos, a cambio de su palabra: hacen valer, pues, su autoridad, demuestran que son influyentes, practican ese delito caro a los mexicanos, el influyentismo. También tienen el privilegio de utilizar los vehículos de esa área -patrullas de Tránsito o de Seguridad Pública- para usos personales, al igual que otros funcionarios. A estos beneficios que les trae el cargo se suman otros más pecuniarios, de dinero, de gratuidad en trámites y servicios que presta el ayuntamiento, de sobornos legales que le aceptan al presidente, entre otros. Y todos contentos. La población, fuera de ese círculo vicioso, bien, gracias, que se las arregle como pueda, que sus quejas y demandas y peticiones de seguridad no les importan.

Todo ello, visto en conjunto, se funda en una idea: nadie quiere problemas. En ese sentido es ilustrativa la exposición ganadera alternativa: al ser rechazados por el presidente Loya Flores para participar en la llamada Expo feria Cuaji 2013, los ganaderos organizados de Cuajinicuilapa realizaron una muestra ganadera por dos días, donde sus propias expectativas fueron rebasadas porque, por ejemplo, la cabalgata por las calles principales estuvo más nutrida que la de las autoridades municipales; la concurrencia de ganaderos que expusieron sus animales en la muestra también fue mayor que a la Expo feria Cuaji 2013; lo mismo con la gente: acudieron muchos más de quienes fueron a los festejos de la autoridad municipal, y bailaron, comieron, bebieron y se divirtieron más. Habrá que anotar que sólo pensaron en su gremio y no en la población, pero, en fin, estar lejos de la perfección no es delito. Demostraron así que pueden organizarse, y mucha gente se congratuló por esa especie de revancha, pero si no hubiesen sido rechazados, esos ganaderos habrían participado como si nada con las autoridades. Es decir, la muestra alternativa de ganado ocurrió como una reacción a un acto de gobierno considerado arbitrario e injusto y no una iniciativa ciudadana. Además, sirvió para mostrar la insensibilidad y falta de oficio políticos de Loya Flores y sus achichincles. Pero los ganaderos tampoco van formar un grupo de policía de autodefensa. Al final, en Cuajinicuilapa seguiremos esperando a que las cosas se compongan por sí solas, digan lo que digan quienes digan lo que digan.

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