martes, 21 de mayo de 2013

Ya come con manteca, el presidente de Cuajinicuilapa


8 de abril de 2013
EDUARDO AÑORVE
CUAJINICUILAPA

Primero de abril: 161 años de la fundación del municipio de Cuajinicuilapa y de su cabecera municipal, del mismo nombre, Cuajinicuilapa de Santamaría, apellidada así en memoria de Francisco Atilano Santamaría, quien donaría esos terrenos para que nos hiciésemos independientes del municipio de Ometepec. También cumpleaños número 32 del ex perredista y neo panista Yrineo Loya Flores, presidente de Cuajinicuilapa. Pero los cuetes y cámaras, la música, la comida, las cervezas, el güiski, la fiesta, pues, no se articuló en torno a lo colectivo sino a lo individual: desde la seis de la mañana de ese lunes, en casa del presidente, comenzó la fiesta, hasta terminarse para atender un conflicto en la comunidad El Quizá. Decidió Neo, el presidente, festejarse el cumpleaños e ignorar la fecha histórica, la de la memoria colectiva. Éste tiene más hambre que los otros, dice uno que otro ciudadano maledicente, refiriéndose a que este alcalde se importa más él mismo que su propio pueblo, el de los negros y pobres a quienes prometió -son sus palabras- atender y resolverle problemas una vez llegado al poder. El presidente de los pobres, el presidente de los negros, quien nunca se humillaría ante los ricos. Eso dijo en campaña. Pero ahora come con manteca. En realidad, muchos de quienes votaron por él pensaron y dijeron eso: Éste [García Cisneros] ya comió, aquel [Marín Mendoza] ya comió, pero Loya no ha comido, así que hay que darle el voto, para que no sigan comiendo los mismos; que coma el que no ha comido. Ahora, muchos de quienes actuaron así andan arrepentidos, porque Loya está comiendo, y con mucha jambazón, pero a ellos no les deja ni migajas, menos deja para obras.
Acaba de desembolsar 500 mil del águila, el amigo de los pobres y pobre él mismo, Loya Flores, comprando un terreno de unas 14 hectáreas del ejido de Montecillos pero ubicado en la fértil zona de los bajos cercana al de Cuajinicuilapa. También compró dos sementales, de los ofertados en la feria que mal organizaron. Es curioso, un hombre con tanta suerte como Loya Flores no participó en la rifa de sementales, si no, seguro que se saca hasta los cinco. La hace casa a una de sus mujeres, en Cerro del Indio, en terreno que también le compró. Una empleada del ayuntamiento se ríe: Le fue bien, a la conta, a ella sí le está haciendo casa, porque a las otras... Sí, lo único que le queda a muchos ciudadanos y ciudadanas es reírse, burlarse, criticar con sorna la conducta de Loya Flores y de su familia, conscientes de que no hay buen gobierno, de que no habrá buen gobierno, de que estos vienen con más ambición, son más voraces y descarados, son cínicos, en eso de desviar los recursos públicos hacia sus propias propiedades e intereses. El dicho que coman los que no han comido está resultando insuficiente para aceptar o justificar el gobierno de los Loya. 500 mil del águila, más o menos, también costó la Honda Pilot modelo 2013 que maneja el presidente de Cuaji. Y eso es de lo que se le ve. Sin embargo, la inexperiencia en el gobierno no va sola, se suele acompañar con malas decisiones en la propia vida: por ejemplo, en la compra que realizó de esas 14 hectáreas, en el paraje llamado Guanacasta o Guanacastle, ejido de Montecillos, hay un detallito que observar: no le pertenece a la persona a quien le pagó esos dineros, y se prevé que el verdadero dueño, que se encuentra en El Norte, podría regresar y reclamar esa propiedad, pues tiene papeles que le acreditan esa posesión. Es decir, compró problemas, ¿o ni comprar sabe el licenciado (así se ostenta) Loya Flores? Bueno, el dinero no sale de su bolsa, dicen. Y le achacan más compras, le hacen más imputaciones: que si está adquiriendo terrenos en El Pitahayo, que si no le da pensión a la mujer y al hijo que tiene en Chilpancingo... En fin, nada nuevo en un presidente municipal, en un político de pueblo.
Muchos de quienes hicieron campaña por este ahora panista (y mañana, quién sabe) están molestos: antes los buscaba, ahora no los regresa ni a ver aunque los tenga enfrente, dicen. No se baja de su camioneta. Antes, donde quiera que lo veía a uno iba a saludarlo, a abrazarlo, a decirle que uno era su amigo. Ahora no, ahora ni siquiera lo regresa a mirar a uno, peor que carga vidrios polarizados, ¿no? -comenta un líder de la cabecera municipal que trabajó codo con codo con Loya porque ganara las elecciones. Es cierto, este presidente se ha rodeado de su propia familia, de su propia gente, y no mira hacia afuera de su camioneta, de su casa, de su palacio municipal. No es político, dicen, no toma en cuenta a la gente. Es insensible (y no como Juan Grabiel, al parecer). Al grupo que organizó la convivencia gay en Cuajinicuilapa no quiso ni recibirlo, con tal de no desembolsar algún centavo. En El Quizá, “por no tener problemas con la gente”, aceptó la construcción de una cancha de basketbol en medio de una calle, a pesar de las advertencias y argumentos dados por gente de su propio equipo. Desilusión, dicen, aunque todavía uno que otro lo justifica, metiéndolo en el mismo saco que a todos los políticos: Nomás llegan al poder y se olvidan de uno. Nomás llegan a la presidencia y se hacen ricos. Se roban el dinero. Los eternos lugares comunes de estos tiempos, y verdaderos, muchas de las veces. Ya anda dejando de andar de boca en boca el consabido éste no ha comido, que coma éste.
Pero no sólo el presidente actúa así, o sólo a él se le atribuye ese comportamiento: también sus hermanos y familiares, dicen. Uno de sus hermanos, de nombre Juan, es conocido y temido por empleados del ayuntamiento porque vigila, manda, regaña, censura y actúa como si fuera el mero presidente. No tiene nombramiento alguno en la plantilla de trabajadores del ayuntamiento, pero cobra y actúa como si fuera el mero-mero, informan. El hermano Gabi también ejerce de presidente o presidentito sin cargo, aunque a él le falta el don del regaño, por lo que pocas veces le hacen caso; las más veces lo tiran a loco, le dicen que sí pero no hacen lo que ordena o pide; sin embargo, de que saca provecho, saca provecho, y no sólo coiteándose a las trabajadoras. Otros familiares del presidente andan por la misma ruta. Y a quienes critican esas situaciones, cercanos o simpatizantes suyos las justifican diciendo que el presidente no manda, que no lo dejan gobernar, que lo tienen maniatado, que la culpa es del síndico, del asesor, de no sé quién. Así parece, excepto que en cuestiones de uso de los dineros públicos se nota que Loya Flores sí sabe para qué son estos, y no precisamente para el uso al que se destinaron sino para el propio enriquecimiento, para el propio goce, para comer con manteca.
Ya se le olvidó que fue pobre, asegura una señora. Los locatarios del mercado del centro, a quienes les hizo creer que los apoyaba en su proyecto de reconstruirlo y no apostar por uno nuevo fuera de la población, también dicen que a Loya Flores ya se le olvidó que fue pobre, ya no sabe qué es eso, que antes él decía que su mamá vendía nanches para mantenerlo cuanto estudiaba en Chilpancingo. Los salarios de la policía o del personal no se pagan a tiempo, pero, de seguro, las letras de la camioneta sí, o los gastos de las chelas y la comida y la música del cumpleaños sí. No hay dinero público ni para escobas, dicen, y los trabajadores tienen que llevar las suyas de sus casas. No hay dinero público; por ejemplo, no han pagado deudas contraídas en la organización y realización de la fallida expoferia de febrero, pero sí hay para la compra de terrenos. En fin, ahora sí Loya Flores come con manteca, porque cuando fue diputado los payanes (hermanos Payán, sus tutores políticos) le mochaban más de la mitad de su salario. Y el cabildo, viendo nomás cómo se chingan el dinero, que, mientras los salpiquen, ¡qué importa!, al cabo el dinero ni siquiera es de ellos.
Decepción y utilitarismo se hermanan en estas situaciones: la mala actuación de este presidente se asimila con las malas actuaciones de otros políticos, tanto locales como regionales o nacionales, y la experiencia que se obtiene de allí es: De todos modos, todos roban, da igual de qué partido sean; por eso, a pedir dinero o favores por el voto, que llegando arriba se olvidan de uno, y uno nomás les sirve de escalera. Porque los políticos, a excepción de uno que otro, se dedican a recuperar la inversión hecha en las campañas, muchas veces financiadas con interesados dineros particulares y no con los del Instituto Electoral del Estado de Guerrero o del Instituto Federal Electoral, como marca la ley. Recuperan “su inversión” y luego se dedican a enriquecerse. Aunque algunos, como en el caso de Ometepec, reconocen algunos ciudadanos, sí se ve que se ejecuten obras, no parece que todo el dinero se lo lleve el presidente o los políticos, sobre todo porque este gobierno está remodelando la calle principal y el trajín de máquinas y trabajadores y materiales de construcción es tal que no puede dejar de verse. Y estas conductas, de enriquecimiento con dinero público, están bien justificadas: No importa que robe, pero que haga algo para el pueblo. Ahora, no puede humillarse ante los ricos Loya Flores, porque ya es rico, hace mucho que dejó de andar a pie, de saludar de mano a la gente, de palmear los hombres de sus presuntos clientes políticos, incluso de la propia gente de su propio barrio. Ya come con manteca, pues, dicen. Pero va venir a pedir el voto de nuevo, auguran, con aquello de que se rumora que quiere ser diputado, porque en la presidencia sólo va a estar tres años, y ya lleva seis meses. Y uno se acostumbra a la buena vida, porque la buena vida, como a las cervezas regaladas, nadie le dice que no, y Loya Flores no ha de ser la excepción, aunque el dinero no sea ganado con el sudor de su frente.

No hay comentarios:

Seguidores