En 1986, varios jóvenes de Cuajinicuilapa formaron una asociación para procurar mejoras para la población, según su dicho, y el 24 de febrero de 1988 se registraron ante las autoridades como Asociación de profesionistas del municipio de Cuajinicuilapa, integrada por las comisiones de salud, educación, deportes, saneamiento ambiental y sociocultural, y por la mesa directiva. Después de varios esfuerzos infructuosos por trabajar en pro del municipio, sus miembros fueron dejando de participar, la abandonaron. La comisión sociocultural presentó la propuesta de construir un museo, tomando en cuenta la gran cantidad de restos arqueológicos prehispánicos que se encuentran en el subsuelo de la región, los cuales se exhibirían allí. Ésta fue una de las propuestas que permitieron dar continuidad al trabajo de la menguada asociación, además, del festival del baile de los diablos que, desde 1986, venía realizando, bajo la iniciativa de aquella comisión, por considerar a este baile uno de los más “representativos” de la zona.
Con la idea de construir un pequeño museo que albergara objetos de la vida cotidiana del pasado inmediato y las piezas arqueológicas que encontraban y otras que recibían en donación, iniciaron gestiones para conseguir un lugar para ello. Obtuvieron para tal propósito, incluso, un terreno cedido por las autoridades ejidales. Mas no sería sino hasta el año de 1994, cuando algunos de ellos acudieron a una reunión del Programa Nacional de Museos Comunitarios, en Santa Ana del Valle, Oaxaca, donde comenzaron a tener conciencia de que la museografía debería fundarse en la raíz africana, importante constituyente histórico, étnico y cultural de la población de la Costa Chica.
Los socios activos de la antigua asociación, y otros más que se sumaron en el camino, constituirían la organización Pro-museo Cuijla, A. C., con el propósito de crear un museo que recuperara las tradiciones y manifestaciones culturales de los costeños, logrando registrarse legalmente, el 15 de noviembre de 1995, con el nombre de Museo Comunitario Cuijla, A. C., aunque nunca concluyeron los trámites derivados, como darse de alta en la SHCP, enntre otros. Su objetivo era “la fundación de un museo comunitario que llevará por nombre Cuijla”, además, de “fomentar la cultura afroamericana de los grupos étnicos de la región, sus tradiciones, sus costumbres” y de “contar con una fuente de datos históricos e impulsar las artesanías de la cultura afroamericana” e “inculcar en las generaciones de estudiantes y del público la importancia de los mismos”.
A solicitud de la asociación, a fines de 1997, las autoridades municipales, presididas por Andrés Manzano Añorve (del Partido de la Revolución Democrática), reunieron a funcionarios del Programa Nacional de Museos Comunitarios, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de la Dirección General de Culturas Populares (en sus diferentes áreas: Dirección de Acción Regional, Programa Nuestra Tercera Raíz y la Unidad Regional Guerrero), del gobierno del estado de Guerrero y a socios de la misma organización para trabajar en “la planeación de lo que será el primer Museo de la Cultura Afromestiza en nuestro país”.
Durante 1997, 1998 y 1999 se trabajó para fundar el museo, con la participación de los gobiernos municipal, estatal y federal. Al Ayuntamiento le correspondería aportar “el terreno que se destinará al museo de la tercera raíz” (según se lee en el acuerdo de Cabildo del 14 de marzo de 1997) y aportar recursos económicos y materiales para los trabajos de capacitación y construcción. El gobierno estatal, encabezado por Ángel Heladio Aguirre Rivero, aportaría aproximadamente un millón de pesos para las obras de remodelación y construcción del inmueble, que incluiría el edificio del museo, la biblioteca municipal, la casa de la cultura y un conjunto adyacente de edificios redondos. Por su parte, las autoridades y los funcionarios federales aportarían la colección museográfica, así como la asesoría histórica y etnográfica. Le correspondería a la Dra. Luz María Martínez Montiel estar a cargo del diseño museográfico; la exposición de la colección sería temporal, siendo cambiada cada seis meses, se anticipó.
La inauguración del museo se programó para el 21 de marzo de 1999, donde se haría realidad el Decreto 001. Que crea el Museo de las Culturas Afromestizas General Vicente Guerrero Saldaña, cuyo artículo 1º dice: “Se crea el día 21 de marzo de mil novecientos noventa y nueve el Museo de las Culturas Afromestizas General Vicente Guerrero Saldaña en Cuajinicuilapa, Guerrero, como un organismo desconcentrado del H. Ayuntamiento de Cuajinicuilapa, Guerrero, que será gobernado por el Comité del Museo Comunitario Cuijla, A. C. como organización comunitaria”. Sin embargo, por cuestiones políticas, la presencia del gobernador del estado adelantó la ceremonia de inauguración, siendo celebrada el 17 de marzo del mismo año, en presencia del secretario de Educación Pública federal, Miguel Limón Rojas.
Luego de un periodo de bonanza al estar asistida por el Ayuntamiento, el cual pagaba los gastos del personal adscrito al Museo, así como los gastos corrientes de electricidad, agua potable y teléfono, la organización a cargo (integrada en esas fechas por 14 mujeres y 4 hombres), a partir de diciembre de 1999 se vería en apreturas económicas cuando el gobierno municipal fue relevado por otro con signo político distinto (del PRI) y que pretendió desaparecerlo. Durante tres años, el Museo y la asociación civil resistieron el embate del presidente municipal en turno, Constantino García Cisneros, quien decidió desconocer y negar los acuerdos de Cabildo que otorgaban recursos económicos y administrativos al Museo. En esa pretensión, el funcionario convirtió la casa de la cultura (parte del conjunto cultural que albergaba al museo) en un centro de rehabilitación del sistema Dif municipal. Sin embargo, la organización de algunos ciudadanos locales y el trabajo de la asociación permitieron defender el Museo de esos intentos por desaparecerlo y conseguir recursos económicos apenas suficientes para su funcionamiento: si, de marzo a noviembre de 1999, los gastos de administración del Museo fueron subvencionados por el Ayuntamiento, a partir de diciembre, las autoridades municipales recién electas decidieron ignorar el decreto y retirar los apoyos comprometidos, por lo que su planta laboral se redujo y las labores de mantenimiento de la colección no se realizaron, menos, la sustitución de la exposición temporal por otra.
Desde diciembre de 1999 hasta 2004, esta asociación realizó diversas actividades para obtener recursos con qué pagar los gastos de administración del Museo, como: cinco bailes populares, durante las fiestas del Señor Santiago Apóstol (agosto de 2001, 2002 y 2003) y el 12 de octubre (2001 y 2002); dos rifas; ventas de kermés; venta de objetos (playeras estampadas, libros, artesanías elaboradas por los socios, videos, postales, etc.). Algunas actividades se realizaron conjuntamente con la delegación de la Cruz Roja local. En 2002 y 2003, el Ayuntamiento donó alguno que otro mes 5 mil pesos, que se utilizaron en pago del personal que laboraba en el Museo y en la biblioteca. Conviene precisar que el conjunto arquitectónico del Museo albergaba la biblioteca municipal y que se impartían clases de danza y de música en los redondos aledaños. En relación a la biblioteca municipal Francisco Atilano Santa María, el personal especializado renunció por no contar con un salario suficiente; la colección bibliográfica disminuyó y los libros existentes terminaron maltratados por falta del mantenimiento adecuado. Las clases de danza y música se suspendieron, también por falta de recursos económicos, hasta desaparecer. Los nuevos gobiernos municipales ya no aportarían recursos para apoyar la administración y el mantenimiento de las instalaciones que albergan al Museo, ni a la biblioteca, de manera permanente, sólo ocasionalmente y con insuficiencias.
El Museo de las Culturas Afromestizas “Vicente Guerrero Saldaña”, creado por la población y las autoridades cuijleñas, era un espacio de integración comunitaria. Desde su nacimiento se planteó que los habitantes del municipio le asignaran sus funciones en la dinámica de su vida cotidiana y sus festividades, dando por sentado que bajo su custodia se enriquecería y conservaría para la educación extraescolar y para la difusión de su historia y su cultura.
En el espacio del Museo se dio énfasis al festival del baile de los diablos, donde se reúnen grupos de Ometepec, Cuajinicuilapa, Cerro de las Tablas, El Quizá, Comaltepec, El Terrero, Barajillas, El Capricho, Collantes, San José Estancia Grande, El Ciruelo, Lo de Soto, Tapextla y otras poblaciones de Guerrero y Oaxaca.
El discurso museográfico
Generalidades
México fue desde la antigüedad un vasto territorio del área mesoamericana, habitado por una pluralidad de poblaciones constructoras de grandes y originales civilizaciones. En el siglo xvi, como parte del nuevo mundo, la Nueva España fue receptora de otras culturas provenientes de Europa y Asia. A ellas se sumaron las que trajeron esclavos de diversas regiones del continente africano. Esta emigración forzada fue parte del comercio de esclavos, por medio del cual se desplazó, desde África hacia las colonias americanas, a millones de negros, quienes aportaron su fuerza de trabajo para la construcción de América. Su herencia se extendió a la genética y la cultura, depositada en el largo proceso de mestizaje con el indio y el español. Reunidas en la pluralidad, estas raíces se multiplicaron, conformando la cultura nacional. Nuestra singularidad regional se reafirma en la universalidad de nuestros orígenes. Las culturas locales son, pues, la proyección del genio creador de sus pueblos.
Objetivos
2.1 Difundir la historia de la trata negrera entre África y el nuevo continente (siglos xvi al xix) y de la esclavitud en América, destacando la influencia de la presencia africana en la conformación de la sociedad y la cultura mexicanas.
2.2 Promover el reconocimiento de la africanía en la cultura mexicana, como nuestra tercera raíz, integrándola a nuestras matrices indígena y europea.
2.3 Promover el rescate de las manifestaciones culturales regionales y nacionales que conserven elementos de africanía.
2.4 Contribuir a la toma de conciencia de los pueblos de la Costa Chica y los mexicanos de otras partes del país respecto de su africanía, como parte de su identidad histórica y cultural, factor primordial de independencia y desarrollo nacional.
Guión temático
3.1 La ruta del esclavo
Para conocer y reconocer nuestras raíces, se aborda este tema en el momento histórico cuando se produjo el encuentro Europa-América-África y en el inicio de relaciones entre estos continentes, a través de los océanos. Se destacan los rasgos característicos dominantes de las culturas que entraron en contacto a raíz de la colonización de América, iniciando el proceso de mestizaje. La conquista del nuevo mundo dio un impulso gradual a la esclavitud africana. Las tierras recién ocupadas demandaban fuerza de trabajo para explotar sus enormes riquezas en beneficio de las potencias europeas. El proceso de expansión se desenvuelve entre los siglos xv y xvi. En este marco, el comercio de esclavos llegó a ser el fundamento de la industria y el comercio coloniales, la base de la navegación y el suministro de mano de obra, así como la garantía de abundancia de productos americanos, en beneficio de las industrias europeas. Deportados masivamente en un tráfico ininterrumpido durante casi cuatro siglos, reducidos a mercancía y a motor de sangre, millones de africanos en edad productiva fueron arrebatados de África. La trata negrera (como se ha llamado a este injusto comercio de seres humanos) constituye uno de los genocidios más crueles en la historia de la humanidad. La abolición de la trata, siglos más tarde, obedeció a lo elevado de los precios de los esclavos africanos, a la abundancia de mano de obra barata en las colonias americanas y a la colonización de África, llegando a su fin la etapa mercantilista.
3.1.1 Los escenarios de la historia
3.1.1.1 El mundo precolonial
Para el año 1492, se inician relaciones entre el viejo y el nuevo mundo, África y Asia, a través de los océanos; todos los continentes tenían sociedades organizadas y habían alcanzado diferentes estadios de civilización.
3.1.1.2 Cultura y civilizaciones europeas
Desde Irlanda hasta Rusia europea, durante milenios se acumularon técnicas, formas de vida y, en general, lo que conforma el proceso llamado cultura. A partir del xi, se había iniciado en Europa una era de expansión del comercio en el mundo mediterráneo, que se extendió al Asia Menor y, en el otro extremo, al norte de Inglaterra y el Báltico. Surgió la necesidad de habilitar o construir centros de intercambio en los puertos o lugares de reuniones estacionarias. Con el fin de intensificar el intercambio, fue imperativo contar con mejores recursos de transporte, para ello fue necesario asegurar la eficacia de los medios de navegación. Gracias a la producción y creación de nuevos bienes, como a los avances tecnológicos alcanzados, surgen los imperios mercantiles, durante el último tercio del siglo xv, y se consolidan en el siguiente. En este proceso, las dos potencias que destacaron por su fuerza expansionista y colonizadora fueron España y Portugal. Al surgimiento de los estados nacionales (contemporáneo de la expansión mercantilista) se añaden los descubrimientos geográficos debidos precisamente a la actividad marítima de los hispanos, quienes alcanzaron las costas de Guinea, en África, y las tierras americanas. El tráfico comercial, incluyendo el de los esclavos, fue impulsado por el capital mercantil, sobre el cual se apoyaba la política expansionista precedente, en formas de colonización y de explotación de nuevas tierras. El empleo de mano de obra negra en las empresas coloniales tuvo un papel muy importante en el destino de las tierras de América.
3.1.1.3 Cultura y civilizaciones americanas precolombinas
Como todos los pueblos de la tierra, los americanos precolombinos practicaron la recolección de frutos, insectos, raíces, tubérculos, hojas y flores para su alimentación, y desarrollaron eficaces técnicas de caza y pesca. Dentro de sus grandes logros, en Mesoamérica, están la domesticación del maíz y la papa (en la región andina), dos productos de gran importancia para la alimentación y la economía mundiales. Al acumular suficiente información y experiencia en la producción de alimentos, los nativos americanos tuvieron los recursos necesarios para ampliar su reproducción como grupo; fundados en esa fuerza no sólo física, pudieron construir grandes ciudades. La organización urbana hizo posible la construcción de centros político-administrativos como: Teotihuacán, Tikal, Kaminal-Juyú, Chan Chan y Machu Pichu. En el caso de México, Tenochtitlán, establecida sobre un lago, fue trazada entre canales, dentro de la isla, para circular libremente en canoas y poder transportar productos hacia la ciudad desde zonas muy lejanas. El alto desarrollo organizativo entre algunos grupos generó la posibilidad de levantar obras monumentales. Pero debe resaltarse la capacidad de los americanos de mantener la cohesión de sus sociedades al satisfacer las necesidades fundamentales de sus miembros. Los conocimientos científicos y las creaciones culturales no se redujeron a la botánica y sus aplicaciones: hubo grandes adelantos en astronomía, matemáticas, escritura, arquitectura, escultura y pintura. Los sistemas de pensamiento y las representaciones colectivas demuestran una complejidad que iguala a la de cualquier civilización de la antigüedad.
3.1.1.4 Cultura y civilizaciones africanas
Las sociedades precoloniales vivían de la agricultura; sólo una porción menor se dedicaba al artesanado o al comercio. La industria estaba en la etapa artesanal, incluida la minería, explotada desde épocas tempranas en casi toda África. Los grandes imperios del occidente africano alcanzan su máximo apogeo en los siglos ix al xv. Entre los más notables están Ghana, Shongay, Malí, Ife, Benín; estos dos últimos corresponden al pueblo yoruba. Contemporáneos suyos son: al sureste de Katanga (hoy Zaire), los luba o baluba, que se asentaron en la región desde el siglo x. Además del reino del Congo, que se desarrolló en la región del mismo nombre. Las ciudades crecieron con el movimiento mercantil, construyéndose las capitales o centros importantes de los reinos. Kounbi fue capital del reino de Ghana; Malí fue residencia de su soberano; Toumbuctú y Djene eran los centros del saber de su época; Daura, Kano, Gobir, Katzena, Biram, Rano y Zaria son las siete ciudades houssa de una etnia que fue vehículo poderoso del islam; Ndjiem fue capital del reino de Kanem en el Chad; Gao, capital del imperio Shongay, en el Níger; Darfur, el punto de encuentro de las caravanas del Sahara, provenientes del Nilo y el Chad. Desde el siglo xvi, los pueblos africanos quedan vinculados al Atlántico. Es un nuevo mundo y una nueva relación que producen nuevas y originales civilizaciones en América.
3.1.2 La trata negrera
Del siglo xvi a la primera mitad del xix, la trata de negros, es decir, la compra y exportación de esclavos, dominaría las relaciones entre Europa y el África subsahariana. Ciertamente, los esclavos no eran la única mercancía, pero sí la fundamental. El comercio esclavista estuvo en manos de portugueses, genoveses, franceses, holandeses, daneses e ingleses, quienes, a través de mercedes, licencias, asientos, contratos o contrabando, introdujeron al continente americano a millones de africanos. Los españoles se mantuvieron fuera de la trata porque la Corona la prohibió a sus súbditos; sin embargo, no tuvieron ningún inconveniente en comprar esclavos. Fueron diversos los lugares de donde se extrajeron esclavos. En principio, provenían de la costa occidental africana, entre los ríos Níger y Senegal, región conocida como la Costa de los esclavos. Más tarde, la zona de extracción se extendió hasta el Congo y Angola. También hubo cargamentos provenientes de la región suroriental del continente africano. Los africanos vendidos como esclavos provenían de diferentes grupos étnicos. Entre los más importantes, en su paso a América están: los yoruba, mandingas, congos, angolas, ararás, ashantis, bran, biafras, lucumíes y wolof. El comercio esclavista les despojó de tales identidades para cosificarlos como negros.
En los comienzos de la trata, todo embarque debía dirigirse a Europa para registrar los cargamentos, pero el alto costo de esta acción llevó a los comerciantes a establecer los viajes directos a América, desembarcando en los principales puertos americanos como La Habana, Veracruz, Portobello, Cartagena de Indias y San Salvador. Como se sabe, la plantación americana fue fundamental para el desarrollo de la trata; ésta era un elemento más del comercio europeo, integrado en un circuito denominado comercio triangular. Esto es, los productos europeos eran negociados para comprar esclavos, quienes, a su vez, eran cambiados en los puertos americanos por productos tropicales, plata y oro, trasladados en barco a Europa. Desde luego, los europeos obtuvieron los mayores beneficios.
La llegada de los portugueses a las costas africanas en el siglo xvi marcó un cambio definitivo dentro de la historia de la humanidad. La aventura portuguesa en el Atlántico los llevó a descubrir y comerciar con la hasta entonces misteriosa tierra africana. Desde luego, Europa sabía de la existencia de sociedades diversas más allá del Sahara, pero eran los árabes los que estaban en contacto con estos pueblos, gracias al comercio transahariano. Bordeando la costa occidental africana, los portugueses establecieron diversos puntos considerados claves para el comercio. Los productos nativos de mayor interés fueron el oro, las especies, el marfil y los esclavos; estos, conocidos en Europa gracias al comercio mediterráneo establecido entre diferentes naciones europeas y los árabes, comenzaron a aparecer con mayor frecuencia en las ciudades a partir de la segunda mitad del siglo xv, luego de que mercaderes y armadores portugueses se dieran cuenta que las expediciones eran amortizables vía el comercio de esclavos.
El comercio llevado a cabo en una serie de puntos de la costa mediante el trueque fue en beneficio económico de los europeos. Telas baratas, cazuelas de cobre, cuentas de cristal, cuchillería, pólvora y mosquetes, fueron algunos de los artículos cambiados a los nativos por esclavos. Aun cuando esta práctica se mantuvo durante los cuatro siglos de la trata negrera, la demanda creciente de esclavos motivó que los europeos establecieran otros mecanismos para abastecerse de esta mercancía humana: celebraron alianzas con gobernantes espurios, financiaron razias tierra adentro, fomentaron las guerras intertribales proporcionándoles a los adversarios armas, pólvora y hasta algunos mercenarios, con la condición de que al regresar de las guerras les ofrecieran esclavos a bajo precio.
Los africanos adquiridos, generalmente eran transportados en grupos de seis, con anillos al cuello, unidos por grilletes en los pies para evitar huidas, enfrentamientos, rebeliones y hasta suicidios. Según relatos de los propios negreros, estos cautivos, traídos de lugares muy alejados, llegaban en condiciones deplorables a las factorías. Para poder venderlos a un precio razonable, les reunían en grandes barracones, donde se recuperaban del camino, eran mejor alimentados que en la travesía y revisados para detectar si tenían enfermedades contagiosas; en caso de estar enfermos, se les ponía en cuarentena o, bien, mientras llegaban los barcos negreros, eran destinados a la agricultura. Los esclavos eran marcados con un hierro candente para diferenciarlos de los nativos; esta práctica, llamada calimbo, era recibida por los esclavos, en ocasiones, más de una vez, sobre todo si eran vendidos o castigados con frecuencia: las marcas se hacían en el rostro, pecho, muslos, brazos y espalda. Ya en América, y luego de casi seis meses de travesía, los negreros repetían el proceso de mejorar lo más posible su mercancía, con la intención de conseguir mejores precios en los mercados por cada pieza de ébano.
3.2 Afroamérica
La presencia histórica del africano en América data de las primeras décadas del siglo xvi. El número de hombres y mujeres que fueron desarraigados del continente africano ha sido objeto de polémica constante: Du Bois reporta quince millones; De la Roncière señala veinte millones; pero un cálculo que incluye a los que morían en los barcos negreros durante la travesía (35%), en los depósitos de esclavos en las costas africanas (25%) o, bien, en el trayecto del interior del continente a los puertos de embarque (50%), eleva la cifra de los sacrificados antes de arribar a las costas americanas para servir de esclavos en el régimen colonial. En el proceso de la creación cultural en América Hispana y el Caribe se han incorporado formas y técnicas de procedencia africana que, adaptadas a las sociedades originales locales, produjeron culturas que patentizan la africanía en el proceso cultural de nuestros pueblos y países.
El desarrollo de las empresas coloniales en América descansó en el sistema esclavista: ante el desplome demográfico de las poblaciones indígenas, fue necesaria la importación de mano de obra barata y cautiva. El imperativo de los conquistadores y colonizadores de explotar las riquezas del nuevo mundo y la escasez o carestía de otras fuentes de mano de obra ejercieron particular influencia en la distribución del negro en América. Su presencia, sobre todo en las plantaciones de azúcar, algodón, añil, cacao, coco, tabaco y otros productos tropicales, condicionó la demografía, tanto de las regiones insulares, como de las regiones continentales. La intensa explotación a que fueron sometidos los esclavos en tierras americanas, desde los Estados Unidos del Norte hasta Sudamérica, motivó los tempranos y constantes movimientos de insurrección; de hecho, los africanos ejercieron la resistencia violenta desde su captura. En las factorías y depósitos las rebeliones eran hechos comunes, así como la formación de comunidades cimarronas en toda América. La primera revolución independentista, culminación de la resistencia esclava, fue la haitiana, ocurrida en 1804.
3.2.1 La esclavitud y la economía colonial americana
La capitalización fundada en la obtención de metales preciosos fue la clave de la expansión española en América, a través de la industria extractiva y de los botines en las acciones de conquista. El imperio español, hasta los últimos decenios del siglo xviii, se conservó dentro de una economía metalífera; en Brasil, las minas de oro y diamantes tuvieron un auge que sólo fue posible con la introducción de mano de obra negra, para alcanzar el alto rendimiento de las provincias metalíferas. El ciclo del oro avanzó desde las Antillas hasta México, por el norte, y hasta Chile, por el sur; a éste se debió un segundo horizonte minero, el de la plata, cuya explotación estuvo en manos de esclavos negros e indios aborígenes, según fuese la región. Además de la minería, el ingreso progresivo de esclavos en América estuvo condicionado por el desarrollo de los nuevos cultivos e industrias coloniales, entre las que se destaca, por su importancia, la industria azucarera. Su cultivo se realizó en las islas antillanas, costas y valles continentales, bajo el sistema de plantación.
Pronto, este sistema productivo establecido por los europeos en las diferentes colonias americanas se extendió a otros productos agroindustriales, como algodón, tabaco y café. La explotación de estos monocultivos, localizados sobre todo en el Caribe y los Estados Unidos, requirió de grandes extensiones de tierra, como de numerosos contingentes de trabajadores, que fueron aportados por África, quedando establecida la mutua dependencia entre plantación y esclavitud.
3.2.2 Esclavitud y sociedad
La jerarquía interna del universo esclavo se definía y establecía según dos criterios: por su autonomía o por su saber.
La autonomía se medía por el grado de confianza del amo en el esclavo, otorgándole posiciones de poder sobre otros esclavos o grupos sociales; el saber, por los conocimientos de un esclavo acerca de la cultura africana, al mismo tiempo que se adaptaba y conocía la cultura de los blancos. Leer y escribir la lengua europea le permitía al negro entender el mundo y la realidad de los amos; además de autonomía, le daban acceso, de cierta manera, a los privilegios que a los demás esclavos les estaban vedados. El conocimiento de la cultura de origen y de la cultura dominante fue factor de movilidad social para alcanzar, a veces, posiciones directivas, fungiendo incluso como mediador cultural, especialmente desde su posición en el servicio doméstico. A los esclavos que se criaban en la casa de los amos y que eran puente de unión y mediadores útiles entre los blancos y los negros se les concedía gran ascendente y eran vistos como superiores dentro de su comunidad.
Aunque la vida de los esclavos estaba totalmente definida por el trabajo, existían ciertas formas de agrupación, sin salir del sistema opresivo, que representaban una variante en las condiciones de vida de los negros. Por ejemplo, servidores domésticos, artesanos o trabajadores calificados podían gozar de una mayor autonomía en la vida cotidiana, celebrar u observar algunas prácticas culturales propias o de la sociedad dominante e, incluso, podía permitírseles buscar los recursos para comprar y obtener su libertad. Y, si eran libres, podían alcanzar cierto bienestar y hasta otro estatus social.
3.2.3 Oficios y servicio doméstico
Diversos oficios fueron ejercidos por negros, mulatos y castas, pese a las prohibiciones reales, opuestas a su ingreso a los diferentes gremios, los que se pueden dividir entre quienes se encargaban de producir objetos de lujo y de elaborar artículos de uso común. Los primeros agrupan a sederos, bordadores, hiladores de seda, doradores, pintores, escultores y plateros, entre otros. Los segundos integraban a los zapateros, panaderos, curtidores, carpinteros, sastres, toneleros, etc. Hubo gremios que permitieron el acceso de negros y mulatos como aprendices, para luego convertirse en oficiales.
3.2.4 Cimarronaje
Durante el tiempo de la esclavitud, los castigos corporales eran moneda corriente a la que recurrían los amos ante la mínima infracción y con la más completa arbitrariedad. Aun cuando las diversas legislaciones metropolitanas intentaron frenar el abuso de los amos mediante el establecimiento del tipo de castigos que debía infligirse a los esclavos, de acuerdo a la gravedad de la falta, en realidad, la distancia de sus colonias les dejó en libertad de obedecer o no. Al huido o fugitivo, denominado cimarrón, por ejemplo, se le castigaba con el látigo, con el encadenamiento durante una o varias semanas. El castigo aumentaba si reincidía; entonces, se le marcaba, se le ponía en el cepo, se le colocaban grilletes o una máscara o un collarín de hierro.
Con frecuencia hubo motines o levantamientos, extensivos a toda América, en las zonas de mayor explotación, que fueron duramente reprimidos por las autoridades coloniales. Cuando las rebeliones tenían mayor organización, generalmente culminaban con el establecimiento de palenques o quilombos, donde se agrupaban los esclavos. Como no formaban parte de la sociedad ni de la economía de la época, fueron marginales, consiguiendo subsistir del ataque constante a los territorios adyacentes colonizados. Otros, se refugiaron en regiones escondidas, poco accesibles, nunca ocupadas por europeos, formando comunidades autosuficientes. Los palenques existieron en todo el territorio americano, destacándose por su alcance el de Palmares, establecido en Brasil. Este palenque, durante más de medio siglo, no pudo ser sometido por los portugueses, configurándose, incluso, como la República de Palmares.
Donde quiera que su número lo permitía, los esclavos formaron grupos unidos que les ayudaban a tolerar su situación, expresar su humanidad y mantener el sentido de sí mismos. Estos grupos florecieron en la ciudad de México, en los puertos de Veracruz y de Acapulco, en los principales centros mineros y en las plantaciones de azúcar, permitiendo a los africanos preservar algo de su herencia cultural, aun cuando, a la misma vez, forjaban relaciones culturales nuevas y dinámicas.
3.2.5 Abolicionismo e independencia
A principios del siglo xix, bajo la forma de libre comercio, la trata negrera tendió a desaparecer. Los movimientos abolicionistas activos desde el siglo pasado habían conseguido que importantes sectores de las sociedades europeas repudiaran el comercio negrero. Francia e Inglaterra fueron las naciones donde con mayor fuerza se desarrollaron las repercusiones definitivas en las colonias americanas. En las colonias inglesas de Norteamérica, desde el siglo xviii, se cuestionaba el derecho de poseer esclavos y se discutía la idea de prohibir la esclavitud en algunos casos. Ya independientes del dominio inglés, se efectuó la primera protesta en los Estados Unidos en contra de la esclavitud y la trata. Por su parte, Inglaterra, en 1792, luego de una fuerte campaña política, prohibió la trata y sancionó el tráfico ilegal esclavista en sus territorios. La Declaración de los derechos del hombre, pronunciada por la república francesa, fomentó diversos movimientos de emancipación en sus colonias antillanas. El más destacado de estos fue el que se produjo en Haití. Heredera de la tradición del cimarronaje, la lucha comenzó como una revuelta de esclavos contra los amos, para terminar como la más radical de todas las revoluciones de independencia en 1794. Las luchas independentistas sostenidas en diversos puntos del continente americano, a lo largo del siglo xix, determinaron la desaparición de la esclavitud.
3.3 Nuestra tercera raíz
Los africanos introducidos en México, principalmente por la costa atlántica, como mano de obra de las empresas virreinales, fueron también factor determinante en la composición poblacional, llegando a constituir, en su descendencia, amplios sectores, que conformaron la base del mestizaje mexicano. Gonzalo Aguirre Beltrán señala que para ubicar al negro dentro del panorama demográfico de la Nueva España es necesario abordar el problema en su conjunto; sólo así podremos valorar la importancia de su papel en el desarrollo de la población novoespañola y la trascendencia de su incorporación en el momento de gestación de lo mexicano que, hoy, más que en el pasado colonial, perfila sus características biológicas triétnicas, al caracterizar el fenotipo actual, las aportaciones de los tres troncos: indio, negro y blanco. En el siglo xvi, el México indígena fue receptor forzado de la España medieval y del África subsahariana, en sus múltiples variantes. En el proceso de interculturización, las distancias entre las tres raíces, antes autónomas, se redujeron al fusionarse en el mestizaje, originando así la complicada urdimbre de las relaciones interétnicas, tejedoras de alianzas y antagonismos, atracción y rechazo, afinidad y rivalidad.
La tercera raíz es el término utilizado para señalar esta africanía, como una de las partes constitutivas, en lo genético y lo cultural, de los países con población y cultura autóctona vigentes, aún después del embate del colonialismo, reforzándose en el mestizaje con la indianización e hispanización de las esclavonías de origen africano. El legado africano reside, fundamentalmente, en los sistemas de tradiciones orales, las prácticas religiosas, la medicina tradicional, las estructuras sociales, los bailes y tradiciones musicales, las vestimentas, artesanías, etc. Las particulares estructuras de algunos cultos y rituales y de muchas otras construcciones culturales integrantes de la cultura popular son el receptáculo ancestral de los pueblos afroamericanos. Entre nosotros, el México profundo adquiere nuevas dimensiones al integrarse a él nuestra tercera raíz.
3.3.1 Negros conquistadores
Los primeros africanos llegados a nuestro país lo hicieron con los españoles. Hernán Cortés traía, cuando menos, uno a su servicio, llamado Juan Cortés. Varios de los capitanes traían a su cargo esclavos negros; uno de estos, llamado Juan Garrido, sembró trigo en México por vez primera. Pánfilo de Narváez también traía negros en sus huestes; uno era bufón, el otro desembarcó con viruelas, introduciéndolas al nuevo territorio, enfermedad causante de gran mortandad entre la población indígena. Fueron auxiliares en la conquista del territorio novohispano, como lo muestran algunas de las escenas recogidas en diversos códices de la época. Otros conquistadores también los utilizaron: Francisco de Montejo se hizo acompañar de negros en la conquista y colonización de Yucatán; Pedro de Alvarado los utilizó para pacificar Guatemala y, más tarde, al armar su expedición al Perú, conformó un ejército que, además de españoles e indígenas, incluía 200 negros. Esta costumbre de conquistadores y descubridores de llevar negros a sus empresas guerreras fue seguida por los pobladores en sus entradas a tierras de indios. Cuando Francisco de Ibarra fue enviado al norte de la Colonia a descubrir minas, llevó consigo negros. De esta manera, el negro africano fue un aliado del español en la conquista y la colonización del nuevo territorio.
3.3.2 La colonización
Concluida la conquista de México-Tenochtitlán, los conquistadores se dieron a la tarea de colonizar las nuevas tierras. En este proceso se contó con el trabajo indígena que, de manera voluntaria o forzada, se utilizó en las empresas coloniales. La conquista y la pacificación de territorios, la construcción de nuevos edificios, la explotación de los placeres de oro, de las minas de plata, el cultivo de nuevos productos, no hubiesen podido realizarse sin el concurso de los indios. Utilizados inicialmente de manera forzada como esclavos y, luego, a través de la encomienda, trabajaron hasta el agotamiento en las diversas empresas españolas. El trabajo compulsivo, desconocido en la tradición cultural mesoamericana, los malos tratos, la escasez de alimentos y la emigración intensa de los pueblos indios, sumados a la violencia física y psicológica de la conquista, las fuertes y extensas epidemias (como viruelas, sarampión, tifo y vómito negro) diezmaron dramáticamente a la población indígena. Pueblos enteros desaparecieron del territorio novohispano. Esta situación obligó a la Corona española a implementar una política proteccionista para los indios. Como primera medida, intentó legislar a su favor, tratando de evitar el abuso y los malos tratos de los encomenderos españoles; luego, abolió la esclavitud indígena (1542) y limitó los alcances de la encomienda. Más tarde, y debido a que la expansión económica colonial se tradujo en una creciente demanda de productos americanos como oro, plata, cacao, añil y azúcar en los mercados europeos, las autoridades hispanas consideraron la importación de esclavos africanos como la solución a la necesidad de contar con la mano de obra indispensable al desarrollo de sus empresas.
3.3.3 Trabajo y esclavitud
El desarrollo de las empresas de los colonizadores españoles estuvo sujeto a una extensa e intensa explotación de la mano de obra indígena, causa, entre otras, de la debacle demográfica de la población indígena en el transcurso de la primera mitad del siglo xvi. Esta situación fue tomada en consideración por la Corona para elaborar una legislación proteccionista para los indios. Cuando la Corona legisló a favor de los indios, buscando eximirlos de los excesos de encomenderos y colonizadores, se buscó el trabajo del negro. La mano de obra africana fue vital para los colonizadores españoles. A medida que los indígenas fueron asesinados o murieron de las enfermedades traídas por los europeos, los esclavos africanos asumieron una buena parte de la carga de trabajo, particularmente en el primer siglo y medio de la Colonia. Los esclavos africanos trabajaron en las minas de plata de Taxco, Pachuca, Guanajuato y Zacatecas, en las regiones norte y central; en las plantaciones de azúcar del Valle de Orizaba, México (actual estado de Morelos), Puebla y Michoacán; en los obrajes (fábricas de tejidos de lana) de Puebla y de Oaxaca en la costa oeste y en la ciudad de México; y en el trabajo doméstico, en todas partes. Otros trabajaron en las estancias ganaderas del Bajío, del Sotavento veracruzano y en la Costa Chica (actual estado de Guerrero y Oaxaca); además, en las salinas costeñas o como artesanos en las ciudades. Aunque los esclavos negros no sobrepasaron el dos por ciento de la población, sus contribuciones al México colonial fueron enormes, especialmente durante periodos de aguda necesidad de mano de obra; ésta, sin duda, tuvo importancia estratégica como fuerza de trabajo sustitutiva y, en la mayoría de los casos, complementaria de la mano de obra indígena. Juntos, negros e indios, fueron los artífices del desarrollo económico y físico de la Nueva España, actuando no sólo en el establecimiento de nuevas formas de organización del trabajo y la producción, sino originando una mezcla racial y cultural determinante en la constitución de la sociedad y de la cultura mexicanas.
3.3.3.1 Minería
La importación de africanos a la Nueva España comenzó con la minería. Existen registros de la temprana presencia de esclavos negros en las minas del centro de México; tal es el caso de Taxco, Zacualpan y Tlalpujahua. Más tarde, se encontraron en Pachuca, Guanajuato, Zacatecas y San Luis Potosí. Sin embargo, las rudas faenas en los socavones de las minas terminaban muy pronto con los trabajadores africanos, por lo que resultaba incosteable su utilización. Por tal razón, las labores de extracción de minerales se dejaron en manos de los indios. Los esclavos africanos se reservaron para el proceso de refinamiento de la plata en el interior de las haciendas de beneficios como capataces, jefes de cuadrilla o, bien, desempeñando diversos oficios de la hacienda.
Como señalan las fuentes sobre el trabajo minero, el excavar y romper la veta, sacar la tierra y el mineral acumulados fueron las tareas más difíciles y fatigosas; además, las que demandaban mayor número de operarios. Utilizando picos, barretas de hasta 20 kg, cinceles, martillos y marros, los barreteros lograban arrancar y trozar el mineral que peones o tenateros sacaban en bolsas o tenates (hechos de cuero o henequén) sobre sus espaldas, subiendo por rudimentarias escaleras llamadas de gallinero. Todas las faenas las cubrían grupos o cuadrillas dirigidas por un capitán o mandón, el cual solía ser un esclavo negro o mulato. Este papel de superioridad del negro ante el indio, como lo señalan los investigadores, se explica en función de su aspecto físico, pues, el español comprendió muy pronto que el negro, de ordinario más alto, fuerte y vigoroso que el indio, rápida e inevitablemente se hacía temer y obedecer por éste, particularidad que lo convertía en un instrumento utilísimo para manejar a los pueblos derrotados. Los negros también vigilaron que los indios achicadores se encargaran de sacar agua de las galerías, principal problema de la mina, llevando el agua a la superficie en cubos, método por demás primitivo que, apenas, a fines del siglo xvii se superó.
3.3.4 Sociedad: el mestizaje y la sociedad de castas
Durante el primer siglo de dominación española, la distribución entre las diferentes poblaciones que integraban la Nueva España fue sencilla y su estratificación, lógica. El peldaño más alto lo ocupaban los conquistadores y la población española; les seguían los aborígenes vencidos; y, finalmente, los esclavos negros, casta infame por su sangre. La mezcla de estas tres poblaciones presentó el problema, nada fácil, de encasillar a sus descendientes. La sociedad dividida en castas que caracterizó al virreinato tomó forma definitiva hasta los primeros años del siglo xvii, cuando las posibles mezclas entre las poblaciones conquistadora, vencida y esclava y sus hijos se habían llevado a cabo. La estrecha convivencia entre los diversos grupos sociales intentó ser contenida y, aun, prohibida por la legislación española. Sin embargo, pese a todas las disposiciones, castigos y sanciones, el mestizaje se dio desde fechas tempranas y de manera intensa. En esta sociedad de castas, vertical, jerárquica y multiétnica fueron integradas las castas, es decir, los productos de las continuas mezclas: mestizos, mulatos, lobos, coyotes, moriscos, pardos, zambos o zambaigos, entre otros. El mestizaje explica en buena medida los matices de la esclavitud, las diversas y variadas formas de asumir este estatus en la vida cotidiana, como de buscar vías alternas de ascenso social y hasta de liberación.
3.3.5 Cimarrones y palenques
La esclavitud no fue asumida pasivamente. Los negros esclavos tuvieron una constante actitud combativa, manifestada sobre todo en las rebeliones organizadas que siguieron al cimarronaje —como se llamó a la huida de los esclavos que escapaban a las montañas para sustraerse al control del poder colonial. Estas rebeliones fueron muy tempranas: Aguirre Beltrán menciona la existencia de cimarrones en los actuales estados de Chiapas y Guerrero en la década de 1530. Las rebeliones estallaban muchas veces en los centros urbanos y, desde luego, en las zonas de mayor explotación, como minas e ingenios, siendo duramente reprimidas por los ejércitos coloniales. Cuando las rebeliones tenían mayor organización, generalmente culminaban con el establecimiento de palenques, en los que se agrupaban los esclavos, formando comunidades autosuficientes y desde donde combatieron al poder colonial. Estos palenques fueron numerosos y existieron durante lo dominación española en todo el territorio, destacándose por su alcance el establecido en la hoy población de Yanga, en Veracruz, cuyo nombre precisamente honra a su fundador. En estas guerras de los esclavos contra el dominio español encontramos los antecedentes del combate final por la independencia.
3.3.5 Yanga
Nació hacia 1554 en la región llamada Bran (Alto Nilo). Estaba destinado a ocupar el trono de su tribu. Llegó como esclavo a la Nueva España, por Veracruz, en 1579. Escapado de los trapiches y plantaciones, se enriscó a las faldas del Pico de Orizaba y el Cofre de Perote, convertido al cimarronaje. En 1609, realizó una de las más importantes rebeliones junto con un negro más joven, Francisco de Matosa. Derrotó a los españoles y fundó un pueblo libre de la tutela de blancos y españoles, que se llamó San Lorenzo de los Morenos, ahora Yanga. Una versión dice que murió en la célebre conspiración de los treinta y tres negros, en la plaza mayor de la ciudad de México, el 2 de mayo de 1612. Su intento de vivir en libertad constituye el más remoto antecedente de la independencia de México.
3.3.6 La revolución de Independencia
La participación de los esclavos y sus descendientes en la lucha por la independencia fue intensa: mientras algunos combatían por ella, otros participaron activamente en el bando realista (notorio es el caso del mulato Armengol y sus partidarios en la Costa Chica) y se mantuvieron fieles al gobierno español hasta el final del régimen colonial, en 1821. Cuando participaron en las filas insurgentes, su actuación fue definitiva para alcanzar el objetivo independentista; mientras Hidalgo oponía a los ejércitos regulares del gobierno virreinal masas indígenas con palos y flechas que se desbandaban al primer choque con las fuerzas armadas, José María Morelos apeló a los mulatos y mestizos de las costas y, en núcleos pequeños, pero bien armados, los utilizó en su portentosa campaña. Para uno y otro, la abolición de la esclavitud fue punto importante de su ideario político, pero fue Morelos el que en forma precisa y sumaria logró plasmar los principios más avanzados de la revolución en los Sentimientos de la Nación. En ellos asume claramente la independencia de México y la abolición de la esclavitud, como pregona la igualdad social: todos los habitantes de estas tierras no se nombrarán por su calidad étnica o casta sino como americanos. Muerto Morelos (1816), el movimiento independentista prácticamente agonizó, excepto en el sur, donde Vicente Guerrero asumió tácticas guerrilleras de resistencia. Empecinado en lograr la independencia, Guerrero mantuvo a raya al ejército realista, desde la Mixteca hasta la Tierra Caliente de Michoacán. Heredero del pensamiento sociopolítico de Hidalgo y Morelos, consideró ganar la causa independentista mediante negociaciones políticas, tocándole en suerte conseguirla en 1821. Ya, como presidente de la República Mexicana, Guerrero decreta la abolición de la esclavitud el 15 de septiembre de 1829.
3.4 La africanía en México
La evidencia del afromestizaje en el fenotipo de la población de las costas atlántica y pacífica hace pensar en la memoria genética de la cultura, donde la presencia del negro incluyó sus actitudes vitales frente a la realidad, su concepción del mundo, su mentalidad, tan distinta a la del indio; las formas de estar y aceptar la vida, la muerte, el nacimiento; las formas de interpretar y crear la música; la inclinación por ciertas comidas y bebidas; su gusto por la palabra, de especial valor en las culturas africanas; su idiolecto; la pronunciación del castellano; su pasión por el ritmo; su extroversión; y una empecinada lucha por sobrevivir y por alcanzar el derecho a existir y ser aceptado. La cultura de la Costa Chica confirma la africanización del indio y la indianización del africano. Aunque los elementos africanos no llegaron a integrar un sistema cultural diferenciado como en otros países de América son, por decirlo así, partículas dentro de los sistemas culturales que conforman nuestra cultura, están insertos en las capas de indianidad o de hispanidad que los encubren, pero son parte substancial de nuestro ser mexicano, multiétnico y multicultural.
3.5 El afromexicano actual de la Costa Chica
En la actualidad, la población afromestiza del estado de Guerrero se localiza mayoritariamente en los municipios de Acapulco, San Marcos, Cruz Grande, Azoyú, Copala, Marquelia, Ometepec y Cuajinicuilapa; estando presente, además, en otros municipios (Ayutla, Tecoanapa, Igualapa y San Luis Acatlán, por ejemplo).
En Oaxaca, se pueden considerar comunidades afromexicanas: del distrito rentístico de Jamiltepec: San José Estancia Grande, San Juan Bautista Lo de Soto, Santa María Cortijos, José María Morelos, Santa María Chicometepec, Paso del Jiote, San José Río Verde (La Boquilla), El Guayabo, La Humedad, Piedra Ancha, El Charquito (Nduayoo), Río Viejo, La Tuza, El Ciruelo, Corralero, Cerro de la Esperanza, Collantes, Lagartero, La Palma, Minitán, Santiago Tapextla, Llano Grande Tapextla, Tecoyame y Santo Domingo Armenta; del distrito de Juquila: Río Grande, agencia municipal de San Pedro Tututepec, Charco Redondo, El Azufre, Chacahua, La Pastoría, Zapotalito, La Grúa, El Corral, Cacalotepec y otros pequeños poblados, que están consideradas como agencias de policía del municipio de San Pedro Tututepec.
Esta población se diferencia de la población nacional mayoritaria por su desenvolvimiento histórico, identidad propia, rasgos físicos y patrones culturales definidos, resultado de un proceso iniciado hace quinientos años entre indígenas, africanos y europeos. Las relaciones entre los dos primeros aún guardan reminiscencias de la época colonial. Los pueblos afromestizos de la Costa Chica, en las últimas décadas, han sufrido un acelerado proceso de aculturación que se ve reflejado en la pérdida de la vivienda en forma de redondo, del vestido de algodón y en algunas variaciones de su cosmovisión. Comparten una forma de hablar; costumbres funerarias, de matrimonio y agrícolas; supersticiones y creencias; medicina tradicional; forma de ser; organización para el trabajo; fiestas y ceremonias sociales y religiosas; danzas y música; y una cultura oral, que les da identidad y que es producto de todo el proceso de mestizaje entre los americanos, españoles y africanos originales. Algunos de los rasgos físicos destacados de la población son el color de piel, el tipo de cabello, la estatura, así como la expresión corporal reflejada en la facilidad y gracia de las mujeres para llevar peso sobre la cabeza, el estilo de pararse siempre erguidas con porte flexible y con los brazos en jarras, y la manera de cargar a los niños a horcajadas (chinqueteado).
El ambiente físico de la Costa Chica está compuesto por terrenos planos y fértiles, de abundante vegetación, que van desde los límites de la sierra hasta el litoral del Pacífico, con clima caluroso todo el año. En esta zona, las casas habitación pueden estar construidas con materiales naturales de la región (bajareque), adobe o con materiales industriales; a veces cuentan con amplios patios, donde se crían gallinas y cerdos, y hay árboles de limón, mango, almendro, jícara, guanábana, tamarindo. Su vida cotidiana en zonas rurales se compone de actividades como acarreo de agua (por niños y mujeres); el trabajo agrícola y ganadero (en pequeña escala, normalmente) por los hombres, principalmente; el cuidado de los niños pequeños por hermanos mayores; golpear (hacer tortillas), preparar la comida y hacer pan, por la mujeres. Su economía se basa en la agricultura y la ganadería, principalmente. La primera se desarrolla en las fértiles tierras bajas (de 20 a 50 msnm) y los cultivos más comunes son: maíz, ajonjolí, sandía, limón, coco, melón, papaya y mango; parte de la producción, sobre todo de maíz, se destina al autoconsumo y, el resto, al comercio. La actividad ganadera ha caracterizado a la región desde la época colonial, en que se establecieron las primeras majadas o estancias; en la actualidad, los ganados bovino y caprino son los más abundantes. Otra actividad importante es el tradicional comercio ambulante, tarea desempeñada por las mujeres desde la infancia.
La migración (a ciudades o lugares turísticos nacionales y a los Estados Unidos) proporciona recursos económicos suficientes para modificar la estratificación social y económica y elevar el nivel de vida de los afromestizos; este hecho se puede observar en el auge de las habitaciones construidas con materiales industrializados, la proliferación de vehículos automotores y el fasto para celebrar las fiestas, sean públicas o particulares.
Las fechas públicas se celebran de acuerdo al calendario religioso y cívico. Del primero, se festeja a san Nicolás de Tolentino, al santo Señor Santiago, a la virgen de Guadalupe, a la virgen de Juquila, a la virgen María, a san Juan Bautista, al niño Jesús, la semana santa y el día de los fieles difuntos. Del calendario cívico: las fiestas patrias y el 20 de noviembre. En todas estas ocasiones se representan danzas como: la conquista, los apaches, los diablos y el baile del toro de petate, entre otras.
[2004]