viernes, 23 de abril de 2010

Participa el escritor Eduardo Añorve en mesa redonda de literatura en la UAG


20 de abril

Con el ambicioso título de La situación de la actual literatura guerrerense, se llevó a cabo una mesa redonda en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero, el pasado sábado 17 de abril, a las 11 de la mañana, en la cual participó el escritor Eduardo Añorve, oriundo de Cuajinicuilapa, haciendo una somera revisión de algunos libros de guerrerenses o sobre Guerrero.

Ante un pequeño auditorio, unas cuarenta personas, Eduardo Añorve, en compañía de otros escritores e investigadores, disertó sobre la discutible literatura guerrerense y sobre algunos libros escritos recientemente por Roberto Ramírez Bravo, Paul Medrano, Isaías Alanís, Iris García, Renato Ravelo y Carlos Montemayor.

En principio, siendo el primero de los seis panelistas, Añorve cuestionó la existencia de la literatura guerrerense mostrando al público una novela que, a su juicio, la representa en su máximo esplendor, Ángel guardián del chilango Xavier Velasco, galardonada con el premio Alfaguara en 2003:

“Este es uno de los mejores novelistas guerrerenses, y ésta una de las mejores novelas”, aseguró, en un acto provocador, para argumentar su aserto: “Como no sabía a ciencia cierta qué es eso de la literatura guerrerense; si el término se refiere a los literatos nacidos en Guerrero aunque no escriban sobre Guerrero; si se refiere a quienes escriben sobre Guerrero aunque no hayan nacido aquí, o exactamente a qué, pensé en hablar en esta mesa de algunos libros sobre el punto de vista del lector”.

Enseguida, mostrando la novela Las pausas concretas, de Roberto Ramírez Bravo (oriundo de Ometepec) aseguró, entre otras cosas: “…no es una novela, sino un relato al que el autor le fue añadiendo otros relatos, otros textos”, además de que en ella puede verse “que el escritor no sabe escribir pues tiene una prosa muy accidentada, en la que pueden observarse muchas fallas formales, no conoce aquello de sujeto-verbo-predicado, por lo que el lector se la pasa peleando con él, encontrando esas fallas, que son como las piedras con las que se tropieza cuando se camina”.

Y añadió: “En esta trama, no se trama nada, es una narración muy plana, en la que un lenguaje pretendidamente poético la entorpece, la hace lenta…”; por otro parte, “los personajes no están bien dibujados, no son creíbles, no los vemos llorar, amar o actuar porque el autor se encarga de platicarnos sus acciones no de hacernos ver a sus creaturas”.

Sobre esa novela, finalizó: “Es como un semillero de una novela, con temas inverosímiles, el decorado es falso, la denuncia social en sus páginas es muy superficial; los planos narrativos parecen enredados, desestructurados; ojalá y Roberto tenga oportunidad de escribir esa novela que se le quedó en el tintero; en suma, Roberto es un buen reportero”.

Enseguida sacó la novela Dos caminos, del tamaulipense residente en Acapulco Paul Medrano, finalista del virtuality literario Caza de Letras 2008, publicada por la UNAM, opinando “que en ella el ritmo narrativo es ágil, preciso, sobre todo porque el autor acude a argucias descriptivas cercanas al lenguaje cinematográfico por lo que tiene de visual, y eso se logra utilizando más verbos para describir acciones, que recurriendo a adjetivos”.

Para Añorve, “aunque esta novela es más un relato que otra cosa, el lector puede caminar aprisa por ella, de principio a fin, leyendo casi sin respiro, las peripecias de los personajes, quienes sí simulan personas de carne y hueso que, incluso, elaboran una filosofía de la criminalidad, ya que se desenvuelven en el mundo del narcotráfico.

“Uno de los méritos de este relato es que Paul se divirtió escribiéndola, y el lector se divierte leyéndola, particularmente porque el autor recurre a la ironía, al sarcasmo, y cuando se pone serio también se nota porque se pierden estos, y es allí precisamente donde el autor nos quedó a deber, además de dos o tres fallas en la estructura o de un episodio erótico a mi juicio innecesario, pero se entiende que así sea porque fue elaborada para concursar y tuvo que escribirse con premura”.

El tercer libro mostrado al público fue el libro Ojos que no ven, corazón desierto, de la acapulqueña Iris García: “Los cuentos y relatos de este libro son atractivos; sus personajes se ubican en situaciones límites y muchas veces al margen de la sociedad, pero a través de la autora podemos entrar en sus vidas miserables y esplendorosas, sobre todo cuando son tocados por la muerte, por el placer, por la ternura, por el miedo y por otras emociones.

Sobre la prosa de Iris García, Añorve dijo que “se nota un gran trabajo de los textos porque poco, muy poco hay en ellos que no sea necesario: la narrativa de Iris también es muy visual, como la de Paul, ligada a lenguajes visuales, que nos hacen ver claramente a los personajes en sus entornos, y entender sus motivaciones.

“Es un libro sabroso, disfrutable, intenso, en el que la autora imagina situaciones criminales, o de amor y desamor, placenteras, aderezadas con misterio, con suspenso, los que funcionan como motor de la atención del lector; destacan textos como Gatos pardos, Poliedros conjugados y Sueño de arena”.

La kaikema y otros relatos, del morelense Isaías Alanís, quien desde hace años reside en Chilpancingo, fue el cuarto libro mostrado por el escritor cuijleño: “El gran mérito de Isaías es su creativa imaginación, desbordada; sin embargo, Isaías, no sabe parar: se emociona con ellas y sigue y sigue y sigue, sepultando al lector en una cascada de imágenes, impidiendo disfrutarlas, porque apabullan y engolosinan; de esa manera, Isaías frustra la narración, la aniquila, la desaparece, y aburre al lector que abrió el libro esperando encontrarse con relatos o cuentos.

“En realidad, éste no es un libro de relatos: en él, todos los personajes son el mismo: el propio Isaías, a pesar de que tenga distintos nombres, porque los personajes hablan igual, piensan igual, se parecen demasiado, en exceso; además, el lenguaje de Isaías suele ser rebuscado, amanerado; por otro lado, las anécdotas, interesantes, no bastan para salvar a los relatos”.

Y la crítica no se hizo esperar: “Lo reprochable a este libro es la falta de cuidado que tuvieron para editarlo, sobre todo en lo que se refiere a ortografía; yo supongo que Isaías toma una grabadora, en un momento de inspiración, y habla y habla y habla hasta cansarse, luego, alguien transcribe todo y lo captura, y de ahí se pasa a la publicación, evitándose la corrección; es imperdonable que en este libro, a pesar de que tuvo dos correctores, tenga fallas ortográficas como ‘haber’ en vez de ‘a ver’ o ‘arrollo’ en vez de ‘arroyo’ o ‘barones’ en vez de ‘varones”.

Añorve criticó también que en el mismo libro se anunciara la publicación de otros dos para formar una trilogía: “Es un exceso; con ese dinero deberían pagarse publicaciones de autores más comprometidos con sus textos y no desperdiciarlo”.

En este punto, el también reportero hizo un par de comparaciones al señalar que el primero y el cuarto libro se parecen, “son herencia de una visión romántica, son herederos del modernismo, donde el autor tiene más intención que trabajo del lenguaje, una visión más bohemia del quehacer del escritor”; en tanto “los otros dos son más urbanos, la prosa es más depurada, son más realistas”.

Finalmente habló de La vida de Juan y Guerra en el paraíso, de los fallecidos Renato Ravelo y Carlos Montemayor: “El primero trata de la vida de Juan R. Escudero, novelada por un historiador, quien tuvo necesidad de acudir a la literatura para registrar hechos que habían quedado sueltos o no que no pudo encajar en su trabajo como historiador; es una novela con varias deficiencias, de las cuales Renato se hacía cargo o asumía, y que no tuvo recursos suficientes para mejorar.

“También la novela del maestro Montemayor trata un tema social, pero si tenemos que hablar de un libro que marque al estado de Guerrero en el siglo XX, por narrar hechos ligados a nuestra historia regional, es esta novela, en la que se recuperan no sólo hechos históricos como el movimiento de la guerrilla encabezada por Lucio Cabañas e, incluso, de la encabezada por Genaro Vázquez, sino que también nos acerca, a través de un personaje, a un individuo atrapado por las circunstancias y comprometido consigo mismo, comprometido con los costagrandeños, lúcido, atormentado, inteligente, valeroso, en suma, a un ser humano con sus grandezas y debilidades; es una gran novela”.

En esa mesa sobre literatura participaron, además de Añorve, Carlos Ortiz, J. Bartolo Bello, J, Luis Nutte, Judith Solís, Renato Ruedas y Ángel Carlos Sánchez.

REDACCIÓN El Faro de la Costa Chica

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