5 de febrero
CUAJINICUILAPA, GRO.
EDUARDO AÑORVE
La tumba de una mujer,
en el panteón municipal de Cuajinicuilapa, fue violada y a su cadáver le
arrancaron la cabeza, probablemente desde haces meses, como puede verse en el
sitio; sin embargo, ha estado así sin que las anteriores autoridades, a cargo
de su administración, ni las actuales, ni sus posibles familiares se hayan
enterado del asunto o, pese a ello, tampoco hayan actuado para subsanar ese
daño y otros posibles.
La tumba de Rosaura
Prudente Domínguez, fallecida el año 2008, de acuerdo con la inscripción que
tiene una cruz de madera que la corona, fue violada en una fecha difícil de
precisar: la pared de taquique rebocada con cemento que daba a la cabeza de ese
cadáver fue rota en su base.
Fotografía: Tumba violada.
A través de ese
agujero, alguien quitó la tapa de la caja y la pared de ese lado, y las tiró a
un lado de la tumba, donde permanecen todavía, semienterradas en el montecillo,
y desprendió la cabeza del cadáver de la mujer.
Utilizando trozos de
vidrio, al parecer, la cabeza fue cortada y desprendida del cadáver, el que se
encuentra ahora momificado.
Esa tumba se ubica en
la ampliación del panteón municipal, y se concluye que ha permanecido así desde
hace meses, cuando menos, porque los depojos de la caja tirados fuera de ella
ya tienen montecillo y yuncas encima, lo que habla que ha transcurrido ya una
época de lluvias al menos después del hecho macabro.
La tumba se ubica en un
callejón que sirve de pasadizo hacia otras tumbas y lotes de enterramiento y
puede verse fácilmente, es decir, la gente ha pasado una y otra vez ante ella,
pero los encargados del panteón no la han visto todavía.
A unos pasos de la
tumba violada, dos hombres y una mujer adultos que trabajan arreglando un
pequeño lote mortuorio dicen desconocer la existencia de la tumba abierta y de
la mujer descabezada; reaccionan con sorpresa y extrañeza ante una pregunta sobre
el tema.
Fotografía: Cadáver ultrajado.
Luego, constatada la
existencia de la tumba, uno de los hombres se lamenta por estar enfermo y en
presencia o cercanía de una tumba abierta, y teme que la cangrena pueda
enfermarlo, toda vez que pacede alguna afección y no trae consigo protección
alguna.
En realidad, el cadáver
probablemente podría ser foco de infección; es decir, por meras cuestiones
sanitarias, las autoridades deberían intervenir para zanjar el asunto reparando
la tumba o pidiendo a sus familiares que lo hagan, o ambas.
Sin embargo, el hecho
de que exista esa tumba sin que nadie haya actuado para reparar ese daño (no
sólo físico, como puede entenderse) denota que: o la mujer difunta no tiene
familiares, o el cadáver sin cabeza no le interesa a nadie.
El quién, el cómo, el
cuándo, el por qué y el para qué actuó, o actuaron, de modo tan grosero y
necrófilico, permanecen en el misterio.
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