lunes, 18 de febrero de 2013

Inexistencia de supervisión en el rastro de Cuajinicuilapa abona en robo de ganado


 14 de febrero
EDUARDO AÑORVE
CUAJINICUILAPA
Cuando menos, una vaca o becerro o toro son reportados como robados cada día; en promedio, aseguran directivos de la asociación ganadera local, se reportan como “perdidos” o robados unos quince bovinos cada dos semanas.
De ello se encuentra muestra nomás visitar esas oficinas: son numerosos los papelitos que se acumulan en sus tablas donde anuncian que se perdió la vaca tal, que el becerro con tal fierro ha desaparecido, que al toro fulano se lo llevaron.
Y los fierros del ganadero o la ganadera estampados allí, para mejor visualizar o, supuestamente, ayudar a la ubicación de los animales “extraviados”, ayuda que incluye muchas veces una recompensa al informante.











Fotografía: Innumerables anuncios de robo de ganado.
Vacas blancas, vacas prietas, becerros blancos, becerros hoscos, becerras prietas, toros prietos, toros hoscos, etc., son anunciados diariamente como robados y perdidos en las oficinas de la ganadera local; además, en las bocinas se hacen llamados a quienes se robaron el tal o cual ganado, y de que ya se conoce quién o quiénes son, y de las posibles represalias que se tomarán para vengar el daño.
Incluso, en alguna ocasión la amenaza toma la forma del brujo de Zacualpa, a quien se le atribuye efectividad para eso de hacer hechizos y daños a larga distancia a cambio de algún dinero; sin embargo, ello no amedentra a “los amigos de la ajeno”.
Pero ahora está volviendo, dicen propietarios de ganado, otra modalidad diferente a la descrita, que consiste en llevarse el ganado para venderlo en otro lado; ahora, aseguran, ha arreciado el robo de carne: matan al animal en su corral, lo destazan, se llevan las piezas más carnosas y lo demás lo entierran (piel, cabeza, patas, etc.)
Entre algunos ganaderos se suele decir que no sabe uno qué carne come; medio en broma, medio en serio, hay quienes dicen que se han comido la carne de sus propios animales, aunque han tenido que pagar por ella… por no saber que era suya.
La gran falla, comentan propietarios de ganado que han sido despojados de ese modo, consiste en que el personal del rastro municipal, sito en esta población, no supervisa las matanzas que se hacen, no obliga a los vendedores de carne o a quienes las sacrifican a llevarlas allí, para, entre otras cosas, constatar que su procedencia es legal, además de supervisar su estado de salud.
No prohíben, pues, las matanzas clandestinas.
De ese modo, continúan diciendo, cada quien puede matar cuches, vacas, chivos o borregos, por ejemplo, para el consumo de su carne sin que la autoridad municipal exija que se sometan a control estas matanzas -ya clandestinas, porque “todo mundo saben dónde están”.
Y hablan de casos “chistosos”: de dos vacas con una sóla cabeza.
Sin embargo, y ante pérdidas de animales que suelen sufrir por estas causas, no hay denuncias formales, sólo denuncias públicas, como los anuncios en las bocinas, como las pláticas en corrillos alrededor de la ganadera local.
También aseguran que esta modalidad de robo, la de matar en el sitio y llevarse solamente la carne, tiene menos dificultades que llevarse los animales a otros municipios para venderlos allá, por la documentación que debe presentarse y los trámites que realizar, y por el traslado, ostensible muchas veces, de los ganados ajenos.

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