jueves, 25 de febrero de 2010

Golpea y encarcela a menores de edad Seguridad Pública de Cuajinicuilapa


18 de febrero

Quince niños y adolescentes fueron golpeados y encarcelados por elementos de la dirección de Seguridad Pública de Cuajinicuilapa, a cargo de Eleucadio Valentín Agustiniano Montalván, la noche del pasado miércoles 17 de febrero, por participar, aparentemente, en escaramuzas propias del católico “miércoles de ceniza”, caracterizadas por arrojar huevos, ante las quejas y molestias de madres de familia que, dijeron, acudirán ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos para denunciar estos abusos y posibles delitos.

Alrededor de las ocho de la noche del pasado miércoles, una veintena de policías preventivos municipales realizaron en el centro de Cuajinicuilapa un operativo denominado o con la palabra clave “Parabrisas”.

Este operativo consistió en capturar como a delincuentes, a golpes y con insultos, a niños y adolescentes que, aparentemente, participaban en lo que algunos ciudadanos califican como “una tradición”: lanzar huevos, preferentemente de gallina, a los transeúntes y entre sí, incluidos a los propios policías.

Los perseguidos como delincuentes (o peor que a ellos, porque según el propio testimonio de policías frente al catolicísimo presidente municipal, José Guadalupe Salvador Cruz Castro, a los delincuentes capturados en flagrancia “el mando los deja libres”, entregándoles, incluso, armas de fuego que deberían ser puestas a disposición de autoridades federales) tienen edades que van de los 10 hasta los 17 años.

Luego de insultados y golpeados, estos “delincuentes” fueron trasladados a la cárcel de la dirección de Seguridad Pública, ubicada en el cuartel de policía, donde durmieron “apeñuzcados”, soportando incluso tormentos como baños de agua fría a media madrugada e insultos.

La mañana del jueves, los “delincuentes” serían puestos a disposición de la autoridad correspondiente, el síndico procurador Roberto Vargas Bautista; sin embargo, ante su ausencia fueron presentados ante el juez calificador.

Las voces de los golpeados

“Andaban encapuchados, para que no supiéramos quienes eran”.

“A mí me pegaron con una macana”.

“Te golpeaban en las costillas, debajo del sobaco, y a un lado del pescuezo, en el hombro, para que no quedaran marcas”.

“Traían palos, con los que te golpeaban”.

“Traían bates, a mí me pegaron con uno de esos”.

“Te mentaban la madre, te decían que si eso querías, te decían que a ver si aguantabas, te decían que a ver si te componías”.

“A mí me pegaron en una canilla”.

Uno de estos “delincuentes” fue llevado la mañana del martes 18 ante un médico para que lo curaran, “porque tenía el pie muy hinchado”; éste no compareció ante el juez calificador; el compasivo y generoso regidor de comercio, el priísta Eduardo Cortés Rodríguez, lo llevó ante el médico.

La voz de la autoridad

Ante la ausencia del presidente Cruz Castro y del síndico procurador (alguien filtró que “andaba crudo” y que no iría a trabajar en la mañana), los “delincuentes” fueron presentados ante , juez calificador, a cuya oficina acudieron las madres de los vejados.

“Ellos se lo buscaron, ellos andaban tirando huevos”.

En el suelo, a un lado del escritorio del juez calificador se encontraba una cubeta llena de huevos y un montón de charpes.

“Aquí están las pruebas, la cubeta con huevos, los resortes”.

“Tienen la ropa manchada de huevo”.

“No golpearon a nadie”.

Y cuando alguno de los “delincuentes”, indignado, mostraba las partes golpeadas, el juez imponía: “No se ve ninguna herida, no se ve rojo ni nada”; curiosamente, el juez ignoraba que en la piel negra no son visibles los hematomas o moretones rojos.

El castigo que se impondría a los “delincuentes” sería sacarlos a barrer las calles, para mayor vejación y “escarmiento”.

Después de que este reportero hiciera algunas fotografías con flash, el juez calificador se percató de ello, suspendió la audiencia y salió de su oficina.

Minutos más tarde, el juez regresó y decidió dejar en libertad a los no golpeados, luego de recriminar a las madres y a los “delincuentes”, y de conminarlos a que tuvieran cuidado; a los golpeados los envió ante el médico legista.

Las voces de las madres

“Los golpearon y los insultaron; algunos son apenas unos niños”.

“Este tiene diez años; no es posible que lo hayan golpeado y luego que lo hayan metido a la cárcel”.

“En la cárcel los seguían insultando; durmieron en el piso, todos apeñuzcados, los quince”.

“A varios les echaron agua fría en la madrugada, cuando estaban dormidos”.

“¿Cómo van a creer, si todos estos son menores de edad?”.

“Y todavía los quieren castigar, los quieren sacar a barrer las calles, no puede ser posible”.

“Los golpearon, ¿que no ve? Mire, vea los golpes que tiene”.

“Vamos a ir a derechos humanos, no puede ser que los hayan tratado así”.

“Sí, nos vamos a ir hasta Ometepec porque esto es injusto, esto no se puede quedar así”.

“Mi hijo no andaba tirando huevos; él iba llegando a la calle, venía de casa de su tía y lo acompañaba su primo, lo agarraron cuando iba pasando”.

“A mi hijo lo agarraron porque corrió cuando otro le quería tirar un huevo”

“¿Cómo van a creer que estos niños traían todos esos huevos, que traían todos esos resortes? Eso no es cierto”.

“Son menores de edad, que no deberían haber metido en la cárcel”.

“No nos dejaban verlos anoche; una señora tomó unas fotos con su celular pero luego apagaron la luz para que ya no pudiera seguir tomando fotos”.

“Les gritaban feo, los insultaban; son unos niños, no son delincuentes”.

“No porque uno sea indígena se va a quedar conforme o va a dejar que lo traten así”.

Venganza

A decir de ciudadanos, el operativo Parabrisas fue un acto de venganza en respuesta al ataque, huevazos, que sufrieron los policías municipales el año pasado: “Este año se prepararon”.

Otros opinan que fue una reacción ante ataques que esa misma noche sufrieron los policías, a manos de alguna de las bandas (organizadas comúnmente por barrios y escuelas) cuando comenzaron a intentar meter orden en estas escaramuzas “tradicionales”.

Una de las bandas más beligerantes, es la que se instala en la esquina de la calle Manuel Zárate y Cuauhtémoc, desde donde se dominan las batallas más reñidas; en ella participan los sobrinos del presidente Cruz Castro.

En cualquiera de las hipótesis, la información disponible permite asegurar que el operativo fue un acto premeditado y dirigido específicamente hacia algunos niños y adolescentes.

En otras zonas de esta cabecera municipal también ocurrieron hechos similares, es decir, batallas con huevos; sin embargo, ninguna autoridad apareció por allí o sólo pasaron haciendo algún recorrido.

En algunas tiendas, los huevos se agotaron; en una, cuando menos, la dueña tomó la decisión de no venderlos para evitar estas escaramuzas.

La versión del director de Seguridad Pública

No pudo obtenerse porque, según el policía de guardia ante la entrada de la oficina, Agustiniano Montalván se encontraba ocupado y no podía atender a este reportero.

Una versión asegura que Agustiniano Montalván, la noche del pasado martes también cargaba un palo, “de tres colores”.

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