Es fácil entender por qué el presidente de
Cuajinicuilapa no se dedica a gobernar: ni tiene ni puta idea de qué va la
cosa, de qué trata el asunto. Ni le interesa, por lo que se ve, excepto
disfrutar los privilegios que implica ser presidente. Adelanto una idea, lector
adelantado: ahora que tenemos un gobierno de criollos (que se asumen como
negros y pobres), estamos viendo ¡una vez más! cómo se desperdician las
oportunidades de gobernar para bien de los propios, de los mismos, o, como les
gusta decir, del pueblo. En fin, retorno a mi camino discursivo principal.
Si
el presidente anda en las escuelas de bachillerato buscando a la reina de la
feria, algo anda mal. Si el presidente anduvo buscando a “buenas” y “bonitas”
para invitarlas a su gobierno, algo anda mal. Si el presidente les dice a los
mercaderes que no está de acuerdo en que el mercado se quede en el centro
después de aceptar que está de acuerdo, porque así lo decidieron, en apoyar que
el mercado se reconstruya en el mismo sitio, algo anda mal. Si el presidente
metió a trabajar a sus familiares directos en el ayuntamiento, algo anda mal.
Si el presidente volvió a “contratar” al mismo director de Obras Públicas del
gobierno pasado a sabiendas de que la mayoría de las construcciones fueron (y
lo siguen siendo) onerosas, de mala calidad, costosas e ineficientes, algo anda
mal. Si el presidente va ante el juez a rescatar a uno de sus pistoleros que
cometió un delito en su pueblo, algo anda mal. Si el presidente nombra regidora
a una amiga o pariente suya, algo anda mal. Si el presidente no está cuando lo
buscan los comisarios, y estos se lo reclaman en público, algo anda mal. Si el
presidente dijo al cabildo que el año pasado conseguiría, a través de una
empresa no muy pulcra, cinco millones para ampliar el hospital básico
comunitario y ello no ocurrió, algo anda mal. Si el presidente no informa a la
población sobre sus actos de gobierno, de las obras que ejecuta, algo anda mal.
Si el presidente no convoca a una, cuando menos, sesión abierta de cabildo,
algo anda mal. Si el presidente le da a este tecleador 30 o 50 mil pesos para
que ni vea ni oiga ni diga, como dicen sus allegados, algo anda mal. Si el
presidente anda pedo o alcoholizado dos o tres o cuatro días seguidos, aunque
sean días de fiesta, algo anda mal. Si el presidente dice que es licenciado y
no tiene cédula profesional, algo anda mal. Si el presidente no manda en el
palacio y deja que el síndico, la regidora, su suplente, su asesor y quién sea
se le imponga, algo anda mal. Si el presidente se da cuenta que hay
trabajadores que cobran dos o tres veces su salario y no denuncia a los
responsables, algo anda mal. Si el presidente da plazas, da dinero, da vales de
gasolina y otras “dádivas” a los regidores para comprar su voluntad, algo anda
mal. Si los regidores siguen sacando a los presos de la cárcel, algo anda mal.
Repasar
los boletines de su gobierno nos ayudaría a entender que lo promovido no son
las acciones de gobierno sino la imagen del presidente haciendo pendejaditas,
como estar enfiestado con los trabajadores, visitar al director del hospital básico
comunitario y tomarse la foto abrazados (con que no anden de novios), partir la
rosca del seis de enero o día de reyes, encabezar reuniones de su partido, etc.
Y no sólo eso, como ya denunció a través de este periódico el regidor Calleja
Mesino, por medio de esos boletines se pretende “castigar” o dar una mala
imagen de quienes no avalen sus propuestas o lo cuestionen. Es curioso:
llevamos más de tres meses con esta administración municipal y hasta ahora no
se ha publicado ninguna de las actas de las sesiones del cabildo ni se ha
informado por medio masivo y público a los ciudadanos sobre las decisiones
tomadas, como dice la ley. Eso, ¿le importa a alguien?
Por
más de quince días he platicado con ciudadanos que votaron y que no votaron por
el presidente, que creyeron que haría un buen gobierno, y también con quienes
creyeron lo contrario, y existe decepción, enojo y rechazo a sus decisiones y a
sus acciones como tal. Y todos ellos tienen qué decir, qué criticar, qué
proponer; sin embargo, cuando se trata de que su opinión sea formal, es decir,
para una entrevista, una nota, un reportaje, un sondeo, invariablemente todos
se niegan a aparecer, a ser mencionados, a ejercer su derecho a expresar su
opinión: nadie quiere problemas, todos quieren llevar la fiesta en paz. Son
(somos) los agachados, porque bajamos la cabeza; son (somos) los supermachos,
porque aguantamos todo. ¿Se aplica aquí aquello de que cada pueblo tiene el
gobierno que se merece? La mayoría dice que no se merece este tipo de gobierno:
inexperto, corrupto, ineficiente, ineficaz, desorientado, despilfarrador,
mentiroso. Todos somos bravos pero en potencia; para actuar, nadie. ¿Tenemos
miedo? ¿Nos vale madre? Dijo alguien que todos los presidentes, que todos los
gobiernos son iguales. ¿Será cierto? Creo que no, y baste mirar hacia atrás, al
pasado, para encontrar mejores ejemplos. Y también hay coincidencia que éste es
y será uno de los peores gobiernos que hemos tenido en los últimos cuarenta
años. ¿Será? ¿Habremos tocado fondo? Curiosamente, ya tenemos precandidatos
para la siguiente elección municipal, y hasta se dice que el ganador-no ganador
García Cisneros viene a sacarse la espinita.
“Somos
un pueblo de pendejos”, digo, con intención de provocar alguna reacción aunque
sea discursiva ante mis interlocutores, con quienes hablo del asunto, pero
nadie dice nada, nadie se inmuta, nadie se indigna. ¿Tan graves están las
cosas? Y el robo de casas no se detiene, el robo en las calles no se detiene,
el robo de camionetas y coches no se detiene. ¿Tendrá alguna idea el presidente
sobre eso que llaman seguridad pública? Parece que no. El otro día hubo una
balacera como de dos horas, dicen, allí, por el barrio del presidente. ¡Con que
no haya sido él o alguno de sus familiares o sus parientes o sus amigos o sus
achichincles! De todos modos, Juan te llamas: ¿a quién le importa? Pero nadie
reacciona, nadie quiere dar la cara. ¡Aquí nadie se va a organizar para buscar
meter en orden este desorden! En las bocinas anuncian que se robaron la leña,
que se robaron los chivos, los borregos, las vacas o los toros, y se advierte
que ya se sabe quién fue y que a la otra le va a pasar no sé qué. Y nada más.
Es decir, estamos en la tierra de todo está bien, de qué felices somos. En una
de éstas hasta podríamos volver a elegir al mismo presidente, a ver si en una
de ésas se cae de su nube. ¿O nos caemos nosotros? ¡Qué digo! Si aquí todo está
perfecto, si aquí todo está bien [¿Así o más bonito, señor presidente?]
No hay comentarios:
Publicar un comentario