Riñas, robos, estafas, sobornos y otras lindezas volvieron a marcar a la expoferia de Cuajinicuilapa por segundo año consecutivo en lo que va de la administración del pripanista José Guadalupe Salvador Cruz Castro, en la que una de las características dominantes fue la complicidad entre las autoridades y los delincuentes en contra de la gente y la pugna por dos grupos por manejar los dineros de la feria.
La insegura seguridad pública
La principal falla ocurrió en el área de seguridad pública, puesto que ocurrieron incidentes que pusieron en riesgo la vida de ciudadanos, como durante las peleas de box que se realizaron el miércoles 24, acto en el cual se suscitó una riña entre mujeres que terminó involucrando a hombres y a policías, convirtiéndose en un gran zafarrancho.
De acuerdo con versiones, incluso corroboradas por funcionarios públicos, en la riña ocurrida la noche de ese miércoles la Policía Preventiva Municipal tuvo que disparar al aire y utilizar gases lacrimógenos en respuesta más a una agresión sufrida por uno de ellos que por adecuada a las circunstancias.
Personas que se encontraban en el sitio en ese momento relataron a El Faro la angustia por el tumulto y la gresca, particularmente para muchos niños que asistieron al espectáculo, y sobre todo después de escuchar el disparo que, según las autoridades, fue necesario hacer para controlar la situación.
Otra riña se protagonizó el jueves por la noche, en la corrida de toros que se realizó, resultando un hombre sumamente golpeado y otros con lesiones menores.
Y aunque la presencia de agentes de la PPM en el área de la feria fue constante, a algunos ciudadanos les resultó ridículo ver al director de Seguridad Pública, Eleucadio Valentín Montalván Quiterio, pasearse con varios de ellos detrás, cuidándolo.
Una comerciante resume la situación: “Viera visto usted al señor Leo, todo vestido como si fuera un Rambo, de traje pinto y con su arma colgada, y todos los policías detrás de él. Dirá que se ve bien. ¿No le da vergüenza?”.
Y esa misma comerciante relata que un vendedor de zapatos “tuvo que irse de la feria, porque le abrieron la camioneta y le robaron 50 pares de zapatos; imagínese usted, ¿y la policía? Bien, gracias”.
Este medio informativo pudo constatar que la PPM permitió, por ejemplo, que los jugadores de la bolita pudieran “trabajar” sin molestias; incluso, en algún momento en que se encontraron con el grupo que suele formarse alrededor se dedicaron a observar, divertidos, como si fuesen transeúntes.
A los pocos minutos de encontrarse en el lugar, uno de los cabecillas de esa banda se acercó a ellos y les ofreció refrescos, los que fueron aceptados muy de buen gusto por los agentes preventivos.
Versiones de comerciantes locales y de autoridades municipales apuntan al soborno recibido por el comandante de la policía, a quien “uno de ellos se le acercó y le dio unos billetes, acá, por debajo, y él los agarró, y se fue, y los dejó trabajar”.
Autoridades corrompiéndose, a la luz
Personal de Reglamentos y Espectáculos se quejó ante este reportero por la supuesta imputación que se le hizo al publicarse que existía esta complicidad (El Faro, 26 de febrero de 2010), y argumentaron que ellos sí se habían aplicado a meter en cintura a “los de la bolita”, incluso persiguiéndolos con la policía.
Pero como la hidra de tres cabezas, apenas se perseguía y dispersaba un grupo, a unos metros más abajo se instalaba otro.
Otros testimonios involucran a las regidoras María de la Luz Méndez Añorve, del PT, y Evelia Montalván Ramírez, del Panal, quienes recibirían dinero de uno de los “representantes” de esa banda, cuando menos un par de veces, “por dejarlos trabajar sin molestias”.
Una mujer relata: “Andaban de la autoridad, los de Reglamento, en contra de los de la bolita, pero nomás vino la regidora Mary y un hombre se la jaló hacia acá y le dijo algo, y ya, los dejaron seguir como si nada; hubiera estado usted para que le tomara una foto”.
Según estos testimonios, el argumento dado por las ediles (integrantes de la comisión organizadora de la feria) fue que “le iban a dar un buen uso a ese dinero”, diez mil pesos recibidos que fueron sin remordimiento de conciencia de las regidoras, como aseguraría Montalván Ramírez.
Pugnas entre dos grupos
Montalván Ramírez, de la comisión organizadora.
La comisión organizadora (integrada por regidores “de oposición”, tenía la obligación de cobrar por el permiso de “pisaje” a los comerciantes para pagar los gastos de la expoferia; ello los llevó a aceptar, por ejemplo, el apadrinamiento del presidente de Acapulco a la feria, aunque finalmente no se les cumplió con la promesa de entregarles cuarenta mil pesos.
Además, esa misma comisión autorizó que al asesor del presidente, su hermano Andrés Cruz Castro, se le adjudicaran las plazas de los bailes y de los toros sin pagar ni un centavo, por decisión de la presidente Montalván Ramírez, en contra del acuerdo del Cabildo de cobrar por ambas.
También se dieron conatos de extorsión, como la negociación entre un gallero local con el secretario particular del presidente municipal e hijo putativo de su asesor, Alejandro González Saguilán, quien recibió 17 mil pesos por la plaza de gallos; y aunque ese gallero negociaría en última instancia con Montalván Ramírez, él a su vez vendió la plaza a otro de Acapulco.
El polémico regidor de Desarrollo Rural, Gonzalo Mariche Calleja, del PVEM, también “le hizo la lucha” al acudir ante el representante de la empresa Rosales, de juegos mecánicos, a “cobrar” once mil pesos como parte del pago de permiso de funcionamiento en la feria, “porque tenía que pagar la luz”.
La presión por los gastos de la feria llevó, incluso, a su presidente, el eminente ganadero y primo del presidente municipal Arturo Cruz Montero, a dejar de asistir a las actividades que se realizaron para no enfrentar esos problemas, argumentando que le pedían demasiado cuando le dieron tan poco.
En esta feria, edición 2010, se dio un abierto enfrentamiento por los dineros entre la comisión organizadora (particularmente Montalván Ramírez) y el grupo del también llamado hermano incómodo del presidente, Andrés, dejando la primera birlados y burlados tanto a la regidora de Obras Públicas y Desarrollo Urbano, la neopanista Rosa Elia Arellanes Juandiego, al secretario particular del presidente y al regidor Mariche Calleja.
En el caso de Arellanes Juandigo, encargada de elaborar, distribuir y administrar los boletos de la comida, la regidora del Panal le impidió actuar, adjudicándose esos encargos; incluso, trascendió que también impuso gran parte del menú de los cuatro días, sirviéndose en el restaurante habilitado “pollo del que ella vende”.
Este escenario sirvió para que la panalista y supervisora escolar Montalván Ramírez mostrara “sus dotes políticas”: convenciendo, primero, al presidente Cruz Castro de que era confiable y le permitiera encabezar la comisión, y anulando después al equipo contrario, el del poderoso asesor del presidente; mañosamente, Montalván Ramírez supo neutralizarlo, concediéndole las plazas mencionadas.
Y a sus compañeros de comisión: a Méndez Añorve la utilizó para que realizara todo el trabajo pesado y sucio; y al casi invisible regidor de Comercio, el priísta Eduardo Cortés Rodríguez, también lo neutralizó al encargarle una fatua cabalgata de jinetes como parte de la inauguración de la feria (aunque existen fuentes que a él lo ha doblegado desde antes); quien “saludaba con sombrero ajeno” informando al presidente Cruz Castro del desarrollo de la feria era ella.
Otros ganones y algunos perdedores
El juego de "la bolita", operó sin control.
Por otra parte, otros ganones en este juego de estafas, sobornos y complicidades también fueron los estafadores, los de la bolita, quienes “ahora sí se atascaron”, como resumió un funcionario público.
Testimonios de ciudadanos y de algunas autoridades corroboran lo que se sabe desde siempre: a una mujer le quitaron quinientos pesos, a un indígena se lo chingaron con mil pesos, un hombre ganó pero el de la bolita se hizo pendejo, a uno que ganó no lo dejaron irse.
Un funcionario asegura que uno de los líderes de esa banda (que se hizo acompañar por otro local durante los cuatro días) les hizo saber que hasta el mismo presidente municipal ya sabía de qué se trataba la cosa, razón por la cual no tenía ni caso intentar hacer algo por impedir tanta estafa: “Ahora sí se atascaron, los de la bolita”, concluyó.
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