lunes, 15 de marzo de 2010

DE LA CORRUPCIÓN Y EL CINISMO


Aunque ambos se consideran vicios humanos y suelen acompañarse, el primero suele echar mano del segundo para justificarse. Aclaro, lector claridoso: Si Francisco Javier Zárate Pérez, empresario y director de Obras Públicas de Cuajinicuilapa, soborna a alguien con dádivas o de otra manera, pervierte o seduce a alguien o echa a perder, deprava, daña o pudre (utilizo las tres últimas acepciones del verbo corromper que da el diccionario de Real Academia de la Lengua Española, para mejor discutir estos conceptos); si un funcionario de tan alta catadura moral actúa corruptamente (y mira, lector anticipado, que no estoy asegurando que así sea, sino que sólo debe suponerse para efectos de esta comparación), y después de actuar corruptamente no reconoce lo hecho (pongamos que en una reunión entre funcionarios del probo y honesto y honrado José Guadalupe Salvador Cruz Castro y los maestros, autoridades y demás personal de la escuela secundaria Lázaro Cárdenas, donde le reclaman por la porquería de obra que entregó en forma de aulas), y se niega las acusaciones con “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”, entonces, el déspota no sólo es corrupto sino también es un cínico, según describe ese mismo diccionario.

Como ves, lector previsor, esta es sólo una suposición infundada que este escribano de cuarta utiliza para mejor ilustrar algunas características de la corrupción y el cinismo, de su maridaje. Aclaro desde ahorita, lector exigente, que este escribano considera al aludido empresario Zárate Pérez un hombre honesto, incorruptible, responsable, veraz, desprendido… en fin, de la catadura moral de su jefe Cruz Castro. Resulta que el talante racista de este escribidor decidió reírse de un blanquito para hacer pagar a su raza todo el racismo inflingidos durante siglos a mi raza, la negra y la india mezcladas. Todo ello porque se anda riendo, y como dice el chilango: El que se ríe se lleva, y el que se lleva se aguanta. Y no estoy sugiriendo, lector adelantado, que el hombre en cuestión se lleve los dineros de las obras de este pueblo y se esté riendo de nosotros en nuestra cara. No, nada de eso: el hombre es un estadista que dejó sus comodidades y sus lujos citadinos por venir a sufrir en estas tierras abandonadas de Dios (por más que haya muchos disfrazados de discípulos suyos) con el noble propósito de urbanizar el desarrollo urbano de Cuajinicuilapa y construirnos bonitas obras, como bien defiende su compadre Noé Rodríguez Muñoz, subdirector con cargo de director en la escuela secundaria Lázaro Cárdenas, a propósito de las malas obras hechas en esa obra. El director y su mujer: antes dábamos clases debajo de los palos y ahora el gobierno nos ha construido este bonito edificio por el que no pagamos nada y debemos agradecerlo y no criticar si el drenaje brota por las tazas de los baños, si las butacas entregadas se están destruyendo a unos cuantos meses de recibidas, si el techo es una coladera por donde se filtra el agua a las primeras lluvias o si la estructura es tan endeble que vaya a derrumbarse con el primer temblor de verdad. Ya no les pongamos más trabas, Dios nos los puso en el camino (disgrego, lector jacobino: ¿por qué tendrán los imbéciles que recurrir a la figura de Dios para justificar las pendejadas de los humanos, es decir, sus pendejadas?).

Incidentes menores, dicen también, los cínicos: Ya antes hubo comités de obra que no funcionaron, obras que no se cumplieron según el expediente técnico. ¿Por qué ahora hacerla de emoción (o de pedo, dijo un maestro en voz baja e inaudible)? En esa reunión imaginada, lector cómplice, se reúnen los hasta arriba mencionados porque gente de la Dirección de Obras Públicas Municipales, S. A. de C. V. exige que les firmen la documentación de entrega recepción de un edificio a cargo de Sedesol federal, y finjan la vigilancia de un comité que no existía, pero que ahora va a existir porque la documentación así está mañoseada, y ellos son expertos en estas y otras mañoseras. Parece que aparte de dar lástima, esa profesora cínica da español también. Otros callan, que es otro modo de encubrir su cinismo, de apoyar la corrupción. El que critica, el que pide cuentas, el que quiere que las cosas se aclaren es visto como traidor, como vengativo. Así piensan los corruptos y cínicos. Porque el corrupto puede no ser cínico, pero el cínico no puede dejar de ser corrupto, por ser la mentira una forma de corrupción, es decir, es un corrupto ineludiblemente. Terminada la obra, inaugurada, entonces se procede a formar el comité de obra. Y entra de nuevo el subdirector con piel de director: los padres de familia ya habían aceptado a firmar la recepción de la obra; sin embargo, en un afán de descorrupción y descinismo, el subdirector-director llama a profesores y personal para hacerlo de frente, sin dobleces. De risa, ¿no?, lector serio. Y todavía asegura que él pudo firmar sin enterarlos. Claro, el corrupto pervierte también las formas. Pero, como bien dice el déspota de Zárate Pérez, ninguno de los padres de familia ni de los maestros se le acercó para ser amablemente atendidas sus dudas, sus quejas, sus críticas, sus observaciones: él estaba siempre dispuesto en su oficina. (Disgrego, lector pleitista: sé de más de uno que ha ido a bronquearse con “ese pendejo” y ha querido golpearlo “por mamón” cuando han acudido a su despacho a pedir información o realizar algún trámite). Se chorreó y se goteó, el techo, le dijeron al déspota: No es cierto, esa foto que apareció en El Faro fue tomada en otro lugar y se puso como de aquí, respondió. Lo hizo con dolo, aseguró el déspota. Bueno, su propio cómplice (el subdirector-director que recibió cemento a cambio) lo desmintió: reconoció que sí, que sí hubo filtración en el techo. Pero el empresario Javier Francisco volteó las cosas y pasó a otro punto. Antes, mucho antes, días después de publicada la nota de las filtraciones en el techo de concreto, Noé R. M. estaba dispuesto a demandar ante la autoridad correspondiente a este reportero que ahora funge como tecleador “por allanamiento de morada”, es decir, reconociendo implícitamente que sí, que este reportero había entrado a ese edificio público y había hecho un montón de fotos sobre esas irregularidades, una de las cuales fue publicada. Con dolo, sí, se nota que este déspota y corrupto de Francisco Javier actuó con dolo, con ganas de dañar al asegurar esto. Pero, si Juárez no hubiera muerto, todavía viviría.

Ricardo también le entró al juego del cinismo y la corrupción. Ricardo, el presidente del comité de padres de familia, que en reunión con estos aseguró que lo publicado por El Faro es mentira. Ricardo trabaja en el Ayuntamiento. ¿Tendrá algo qué ver con sus cínicas afirmaciones? Seguro que no. Antes de proseguir, lector advertido, vuelvo a precisar que sólo uso estos nombres por mero divertimento, porque todos ellos, como está comprobado públicamente, son gente honesta, honrada. Lo que ocurre que me ocurrió la loquera de periodista dolido y con dolo, que no tiene mejor cosa que hacer para ganarse unos pesos, como dicen los cínicos y corruptos, que robar muñecas para mancharlas de barro, como escribe el poeta Irigoyen. Es listo, dicen, el empresario Zárate Pérez. Un maestro de esa escuela asegura que vio cómo sacaban cemento por las noches de la esa obra, y lo dijo. Pese a ello, el presidente del comité de padres de familia firmó como parte del virtual comité de obras, Ricardo, el que trabaja en el Ayuntamiento, firmó a favor de ese fraude. Y firmaron los maestros, la mayoría. Nadie quiere problemas, más vale lambisconear que oponerse. Aunque se molestaron los padres de familia en reunión cuando el sudirector-director les pidió cooperación de cien pesos para la tapa del pozo de agua, y los padres de familia dijeron que no, y dijeron que esa obra ya la habían pagado. También salió a colación que el nuevo edificio es un fraude, es monumento a la corrupción, pero los defensores de oficio negaron, dijeron que qué bonito edificio, que qué contentos estaban, que qué felices los había hecho el director de la empresa Obras Públicas, S. A. de C. V. En fin, lector fingido, que nada de lo escrito es cierto sino mera especulación. ¿A quién le importa que el déspota y tacaño (como muestra, un botón: le exige a una de sus secretarias que pague de su sueldo el costo de El Faro, al cual se ha vuelto afecto a leer, en busca de notas que le den fama y lustre) ahorre para su bolsa los dineros que debe invertir en obras, que use su posición como funcionario para darle cargos a su novia, que con el dinero público pague su gusto por los negros y bien dotados jóvenes prostitutos? Es su vida personal, decía alguien. Su vida, pero no su dinero. En fin, y por fin, lector fingido, que nada de lo escrito hasta ahora es cierto sino mera especulación, puro chisme, porque eso son los periódicos: puro chisme.

Es común la corrupción, es común el cinismo. Son el pan nuestro de cada día de los políticos, de los funcionarios, de nuestras autoridades. En realidad, estos vicios se han convertido en instituciones, en estructuras de comportamiento social que vienen con la invasión perpetrada por los europeos hace cinco siglos y han conformado parte importante de las relaciones sociales en este país del que, se dice en televisión, debemos sentirnos orgullosos. Actualmente se encuentran en boga estas conductas, sobre todo en la clase política, en la burocracia. Y el ciudadano que busca el beneficio tiene que aplaudir y hacer circo y maroma y mutis o gritar según convenga al político, al burócrata. Corruptos y cínicos, porque no les basta con corromperse, con enriquecerse ilícitamente, con beneficiarse al margen de la ley, su inmoral conducta también tiene que ser de conocimiento público, tiene que ser presumida, restregada en la cara de los otros como una señal de distinción, como un ejemplo a seguir, como una muestra de cinismo, porque lo que sigue es mentir para justificarse. Pero de todo lo escrito nada es cierto, son mentiras que escribe este escribidor para justificarse. Cínicos y corruptos, y en nuestra cara.

No hay comentarios:

Seguidores

Archivo del blog