viernes, 14 de mayo de 2010

Con éxito, presentan libro de Iris García en Cuajinicuilapa


13 de mayo

Ante unos sesenta asistentes, y en presencia de la autora, se realizó la presentación del libro de relatos Ojos que no ven, corazón desierto, publicado por el Conaculta, el pasado viernes 7 de mayo en Cuajinicuilapa, en el restaurante bar Las Siete Flores, a cargo de Jaime Ignacio López Santiago y Eduardo Añorve; posteriormente, el cantautor oaxaqueño Chogo El Bandeño interpretó canciones propias y de otros autores, para regocijo del público presente.

Un poco después de las siete y media de la noche, en primera instancia, Iris García Cuevas, escritora nacida en Acapulco, leyó uno de los relatos, Sueño de arena, para que el público pudiera tener una idea más precisa sobre las historias del libro y entender mejor los comentarios que respecto a él se harían.

Sueño de arena cuenta la historia de una mujer que mira su vida desde fuera y niega que ella sea ella misma ante las atrocidades que le tocan vivir, siendo una persona dependiente del padre y la madre, del amado, quienes la utilizan para sus fines solamente, en tanto la manipulan a través de discursos de aparente amor y necesidad; esa dependencia, la lleva a cometer hechos que atentan incluso contra su propia vida, necesitada como está de ser amada.

Leído que fue el relato, y aplaudida la lectura y la lectora, Añorve opinó que “es una historia sencilla, que resume la vida de una persona; habla de cómo nuestros sentimientos y emociones nos hacen que hagamos cosas por otros; aquí lo interesante es que Iris sabe contar historias, y no sólo sabe contarlas oralmente, verbalmente, sino sabe cómo escribirlas: Iris tiene mañas literarias para contar de modo tal que parece fácil: a través del lenguaje, el modo en que ella está narrando nos permite acercarnos a una historia dramática, puede uno sentir esa relación odio-amor, desposesión, necesidad… pero a quien le corresponde hacer los comentarios en serio es el maestro Jaime…”

Por su parte, Jaime Ignacio López, retomando esos comentarios, dijo que “es una historia difícil, dura, dramática; a mí me encabrona, me escandaliza, es la historia de un hijo de la chingada y de la víctima, que quiere a este cabrón; perdón por el lenguaje, pero, bueno, eso es lo que he visto. Lo que me llama la atención es que está bien escrito, ¿no?, eres una escritora, obviamente, pero, hablamos del libro: todo el libro eso es, en esencia, la historia de unos seres repugnantes que yo, como varón, me siento avergonzado.

“Este cuento es el mejor ejemplo, es una obra maestra de este libro, de veras, es literatura, el tema es repugnante, denso, oscuro pero la forma de decirlo es luminosa, es literatura…”.

“Es repugnante, pero no por ella, la protagonista, sino por el padre, por la madre…”, añadió Añorve Zapata.

Y el maestro López Santiago continuó: “No. Curiosamente, en este libro las víctimas aman a sus victimarios, les tienen piedad, les tienen consideraciones. Es extraño, porque eres mujer…”.

De ese modo, interrumpiéndose a veces o turnándose la palabra, se desarrollaría un diálogo entre los dos comentaristas del libro, a lo largo de la presentación.

“Uno de los halagos que tenemos en boca, el maestro Jaime y yo es que no se nota que este libro lo escribió una mujer: el manejo del lenguaje es pulcro, pues no se contamina con lo que siente y piensa la escritora; uno de los vicios de los escritores jóvenes o inexpertos es que quieren verse o se ven en sus historias; aquí hay una barrera, aquí, Iris, como mujer de teatro, ve en acción a sus personajes y puede desprenderse de ellos”.

“Un Deus ex machina, ¿no?”, ejemplificó López Santiago para referirse a la intervención del autor.

“…los personajes están al servicio de las historias, no de Iris…”

“Sí, pero los personajes no tienen rostro, no sabemos qué piensan, son sólo nombres, pero están al servicio de la anécdota, de lo que cuenta…”

Posteriormente, Iris leería el relato Gatos pardos: “es una historia que, aparentemente, tiene que ver con la impartición de justicia, donde el encargado de investigar una serie de crímenes de homosexuales está involucrado en ellos, pero en el fondo, trata, desde dentro, de la relación entre dos personas, el jefe y el sub alterno, policías los dos”, según resumió Añorve Zapata, una historia que inicia: “Tanto pedo por otro pinche puto –piensa Jesús Palomino Alberto, a alias Chucho El Loco, comandante de la Policía Judicial del Estado, mientras sale del privado del jefe”.

“De nuevo nos encontramos con dos personas unidas en una historia de odio y amor, como esas fuerzas que mantienen unidas las partículas de un átomo, que impiden que éstas choquen entre sí y, al mismo tiempo, que se despeguen; hay una escena que es muy significativa, que delata la relación: el jefe está recostado sobre el hombro del subalterno, de Chucho, y él lo toma con cariño, con amor; es decir, hay una relación no manifestada que va más allá del papel jefe-subalterno, es una relación amorosa…”, enunció Añorve Zapata.

“Y otra vez es: víctima y victimario”, intervino Jaime Ignacio López.

“A pesar de que el narrador la justifica como un compromiso del subalterno por favores que el jefe le ha hecho; en este relato podemos ver cómo la autora utiliza una ironía muy fina: las justificaciones que el propio Chucho se inventa para hacer como que no ve lo que es evidente, ¿no?”.

“La violencia, el lenguaje es violento; otra vez, víctima y victimario, no hay ambigüedad, es la violencia la protagonista de los cuentos: el lenguaje es violento, los sucesos son violentos”, dijo López Santiago.

“Lo interesante de esta escritora, es que va más allá de la violencia, de ese contexto; la historia ocurrió en Acapulco, pero pudo ocurrir en Nueva York, en Timbuctú…”

“Es una denuncia”, interrumpió Jaime Ignacio, “pero no es una denuncia, no es un panfleto, arroja la víctima, arroja al criminal y sus crímenes al rostro de este país corrupto, de este país enfermo, ¿no?”.

“Y ello tiene que ver con una maña que adquirió Iris haciendo periodismo, se nota que hay una pasión por el dato, incluso, en el mismo lenguaje, en el modo de redactar…”

“Es literatura, es indiscutible…”.

“Me refiero a que, en este caso, el periodismo es una herramienta que está al servicio de la literatura; aunque hay algunos momentos líricos…”.

“Pocos, por cierto, y eso es agradecible”.

Posteriormente a estos comentarios, el público intervendría para felicitar a la autora, para preguntar sobre algunos temas relacionados con el libro y con el oficio de Iris.

Finalmente, la parte musical estuvo a cargo de Chogo El Bandeño, un prolífico cantautor originario de Llano Grande La Banda, del estado de Oaxaca, quien, acompañado de Aníbal y Boni, interpretó chilenas, canciones, baladas y algún corrido de su propia creación, además de otras ajenas.

Al tocarse algunas chilenas, varios de los asistentes dejaron sus asientos para pararse a bailar, terminando este fandango improvisado casi a la madrugada del día 8.

No hay comentarios:

Seguidores