Está bien que el gobernador del estado tenga candidato a sucederlo, es un ciudadano y tiene derechos políticos; nadie debe negarlos ni pretender disminuirlos. Incluso, debiera ser posible que el gobernador se pronuncie abiertamente por uno, aunque pueda leerse como una aberración en nuestro conservador sistema político. Y no porque, de todos modos y aunque pretendiera ocultarlas, se conozcan sus inclinaciones sobre su candidato, sino porque hace falta sinceridad y transparencia en nuestra clase política, hace falta que los políticos actúen y se conduzcan de modo distinto a su discurso, el que está encaminado a convencer a los ciudadanos de sus bondades, en sentido contrario a sus intereses, que son los que motivan sus acciones. No es la fecha, de acuerdo con el calendario del Instituto Electoral del Estado de Guerrero, para un pronunciamiento de este tipo, pero cuando sea la ocasión sería sano que se diera. Y aunque el gobernador niegue en público y cuando se le pregunta su apoyo a uno de los candidatos, que incluso fue un funcionario destacado en su administración, sus hechos se traslucen ante los ciudadanos que procuran estar informados sobre las cosas públicas y se conocen bien sus intenciones: todo mundo dice y cree saber que apoya al único diputado federal de su partido. Por otro lado, a pesar de todo lo dicho en público y registrado en la prensa (no miro televisión ni escucho radio, lector sospechante) acerca de que la línea para los funcionarios del gobierno estatal es no intervenir en los procesos preelectorales, el mismo gobernador está haciendo política a favor de uno y en contra de otros. Eso, sin que sepamos todo lo que hace a espaldas de los ciudadanos, los pactos y las negociaciones con otros grupos dentro del PRD (que, se sospecha, ha de cobijar a su candidato) o con otros grupos de poder, como los priístas, se apelliden Añorve, Figueroa, Juárez o Aguirre. En fin, casi todos los políticos del estado están moviéndose al ritmo de la danza sexenal, en este caso, para relevar a Zeferino Torreblanca Galindo.
El problema no es de Zeferino, sino de su candidato: tiene que desmarcarse de aquel, cuando menos públicamente, y debe ser claro, preciso y conciso. Los anuncios en radio y televisión que constantemente emite el gobierno estatal con motivo del quinto informe de gobierno no servirán para que la ciudadanía cambie la opinión que tiene sobre la administración de Zeferino; al contrario, en muchos casos causan molestia, irritación, enojo, fastidio. Se sienten como ofensivos, cínicos, como dichos de un político más, como hechos de un hombre que defraudó, porque las expectativas que despertó, las aumentadas expectativas que hizo despertar quedaron desinfladas, hizo un gobierno muy lejano de la gente y contrario al que prometió. Y hablo del ciudadano común, el que se interesa en la política pero que se deja guiar por líderes o por las ofertas de los candidatos. Con los líderes regionales (y hablo de este municipio, lector localista, aunque parece que en otros lados las cosas ocurrieron del mismo modo), quienes se mueven por puestos o cargos, por incentivos concretos, la situación es similar: Zeferino emboletó a muchos de ellos en su campaña, y trabajaron para que él llegara a ser gobernador, pero cuando vinieron los tiempos de la repartición, a muchos de ellos los ignoró, a pesar de que simuló que tomaría en cuenta las cualidades y capacidades de sus simpatizantes. Incluso, mandó a ejecutar un simulacro para, supuestamente, seleccionar a los hombres y mujeres más capaces, y muchos se apresuraron a enviar sus currículum, pero todo quedo en eso, en simulacro. Y vimos en el gobierno estatal (cuando menos en la Costa Chica) a personas deshonestas, inmorales, irresponsables, lejanas de la población, corruptas, mañosas, transas… A mí, cuando menos, me pareció ofensivo ver en algunos cargos a personas sin talento, sin responsabilidad social, sin vocación de servicio, sin capacidad, amparadas solamente en su pertenencia al grupo del “doctor Vallejo”, por ejemplo.
Escribía hace un mes o un poco más un columnista de medios informativos estatales que el PRD debía que presumir la obra construida (infraestructura, carreteras, caminos, puentes) por Zeferino para cambiar la percepción que la población tenía de su gobierno, y anotaba que en Cuajinicuilapa se habían construido dos puentes que eran un ejemplo de ese ejercicio. Entremetiche como suelo ser, lector impávido, le hice notar al ilustre opinador que esos puentes eran un par de monumentos a la corrupción del gobierno estatal, con todo y Zeferino. Bueno, presumir las obras de Zeferino es arriesgarse a ser visto como prolongación de esa persona, de ese gobierno, de ese fracaso, de esa corrupción, de ese fracaso. Se establece así una relación de atracción y repulsión: el candidato de Zeferino necesita de su apoyo, pero también debe renunciar a aparecer como su heredero, como su hijo putativo. Para su propia fortuna, el candidato de Zeferino ha demostrado responsabilidad en el trabajo, cuando menos en su desempeño como secretario de estado, y también habilidades políticas al ganar, el único, una diputación por el PRD en el anterior proceso electoral. Otra consecuencia que trae consigo ser el candidato del gobernador es el golpeteo al que lo someterán los rumbos, mazones y demás que no se consideren favorecidos o apreciados. De hecho, ya comenzaron a lloverle acusaciones desaforadas, pero acusaciones al cabo, sobre su presunto nexo con narcotraficantes del estado. Incluso, en la Costa Chica ya decapitaron a uno de sus promotores con ese pretexto: por hacer campaña soterrada a su favor, Omar Estrada anda desempleado. Se manejan otras versiones sobre esta comedia puesta en escena, pero, a fin de cuentas, el gobernador no demostró con esta deposición que esté actuando para impedir que los funcionarios estatales no se involucren con los famosos precandidatos, sino que se esté cobrando facturas de otro tipo, pero con el pretexto, repito, de que están haciendo proselitismo sin permiso o fuera de la legalidad (esa que nadie respeta, puesto que hasta él mismo, un día y sí y otro también hace proselitismo, y entre tanto el IEEG duerme el sueño de los cínicos, los que no ven ni oyen, sólo cobran y gastan). Algunas versiones aseguran que esa cabeza la pidió Lázaro Mazón, y se la concedieron; otros hablan del grupo de Vallejo, que pretende regresar a ese sitio a uno que ya mostró el cobre; y hay quienes hablan de corrupción en el manejo de los recursos públicos que el decapitado tenía que administrar y vigilar. Será el sereno, pero queda claro que el candidato del gobernador es el enemigo visible de sus oponentes y que en la lucha por impedir que sea él el abanderado podrían unir fuerzas en su contra, a riesgo de ganar la interna y perder la constitucional, como gustan e insisten en hacer.
Delicada situación para el candidato del gobernador. Y si Zeferino sí debiera tener candidato y reconocerlo públicamente cuando llegue el momento, a éste no le convendría aceptarlo y reconocerlo porque podría ser dañino para sus aspiraciones. Difícil, actuar el papel de Pedro, que negó tres veces a su maestro para no tener problemas. Claro que negar el tutelaje o la preferencia de Zeferino, desmarcarse de su influencia, negar su potestad política, podría abollar el ego del gobernador y llevarlo a cambiar de parecer, él, tan dado a desplantes movidos por su orgullo, por su amor propio, y hasta por la ira, antes que por la razón. ¿Qué tan seductor puede ser el candidato del gobernador? Lo sabremos en menos tiempo de lo que canta un gallo capón, antes de que inicie la campaña formal por sucederlo en la silla.
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