20 de abril
En diciembre de 2009, el presidente municipal de Cuajinicuilapa, el pripanista José Guadalupe Salvador Cruz Castro, se dijo complacido por inaugurar un edificio de dos plantas en la escuela secundaria Lázaro Cárdenas en esta cabecera: “Lo que antes fue un sueño de muchos años, el día de hoy se hace realidad para esta institución, que beneficia a la población escolar”, dijo, ante estudiantes, profesores y funcionarios de los gobiernos estatal y federal.
En sus lugares, formados en la explanada, frente a la llamada mesa de honor, los alumnos secundarianos, “la población escolar”, se aburrían con los discursos y bromeaban, se burlaban, chacoteaban: ponían atención a las palabras del presidente, pero no les interesaban; algunos, se mofaban de él.
Posiblemente no creían en las palabras de Cruz Castro, aunque al final las aplaudirían; o no se asumían como parte de un sueño hecho realidad.
El interés de los secundarianos no paró en detalles sobre malas obras ni siquiera cuando les negaron la entrada a los baños, inservibles desde el principio y hasta la fecha, acostumbrados como estaban a utilizar los viejos baños; tal vez sí se sintieron decepcionados cuando no pudieron utilizar las butacas, las nuevas butacas, porque estaban rotas, despedazadas, inservibles.
Y se resignaron a regresar a sus viejas butacas, ajenos a que en esa obra se invirtieron casi cuatro millones de pesos, ajenos a las corruptelas (que involucran a Noé Rodríguez Muñoz, subdirector con cargo de director) que hicieron aceptar esa obra con tantas irregularidades, bajo la presión del director de Obras Públicas municipales, el cesante Francisco Javier Zárate Pérez.
Pero las butacas resultaron, resultan insuficientes para dar asiento a los secundarianos, por lo que Rodríguez Muñoz avisó a los alumnos y a los padres de familia que trajesen sillas de sus casas para sentarse y tomar clases.
Al parecer, las butacas serán sustituidas o restituidas.
Los secundarianos tienen que llegar temprano, a apartar su butaca, a pelear con sus compañeros los asientos, para no tomar clases de pie.
Porque no todos, tal vez muchos, tienen pensado ir cargando su silla a la escuela secundaria Lázaro Cárdenas a tomar clases; prefieren pelear por una butaca.
Pelear, es decir, llegar a tiempo, antes que los demás al salón y ocupar una butaca.
Esta escases que padecen, y que posibilita enfrentamientos entre ellos, no se parece a un sueño hecho realidad, como asegurara el presidente Cruz Castro hace meses, sino a un mal sueño, de los indeseables.
No bastaron los casi cuatro millones de pesos para ayudar a que se materializara el sueño pronosticado por el alcalde pripanista; sin embargo, él no ha de padecerlo sino los alumnos, quienes tendrán que cargar con sus sillas o pelear por butacas, ellos, a quienes, como a las autoridades educativas, a profesores, a padres de familia, como a la población, la corrupción subyacente les es indiferente.
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