26 de marzo
EDUARDO AÑORVE
CUAJINICUILAPA
A 14 años de fundado, el Museo de las culturas afromestizas Vicente Guerrero Saldaña, ubicado en el centro de Cuajinicuilapa, se encuentra en estado desastroso, tanto en sus instalaciones, como en el comité que lo administra; por su cuenta, el cabildo municipal hace como que no ve esta situación, por lo que se prevé que el deterioro se hará más profundo y patente, ante la apatía y la reprobación de la población, que se ha sentido excluida de su existencia y de funcionamiento, aunque se diga que no sólo representa al municipio sino a toda la cultura “afromestiza” de México.
Un recuento de los daños en el Museo de las culturas afromestizas implica revisar las instalaciones que lo rodean, las que incluyen oficinas del gobierno municipal, biblioteca municipal y zonas de exposición y de realización de actividades culturales y similares.
Al ser fundado -lo inauguró Ángel Heladio Aguirre Rivero, gobernador interino del estado, el 21 de marzo de 1999-, el museo formaba parte de un conjunto cultural que incluía el propio edificio del museo, la biblioteca municipal, tres edificios redondos, oficinas de la casa de la cultura y una explanada.
Ahora, 14 años después, la colección museográfica es obsoleta y su discurso es inconexo y procede a saltos entre la historia y la etnografía; además, la colección se encuentra severamente dañada: dentro del museo se encuentran objetos rotos, como la réplica de un barco negrero y los dioramas que reproducen escenas de minas y haciendas. Rotos también se encuentran varios mostradores y soportes de objetos e imágenes.
El piso del museo tiene losetas sueltas; el agua de la lluvia ha dañado paredes, tanto internas como externas, debido al mal estado del edificio.
Por su parte, la biblioteca municipal que lleva el nombre del fundador del municipio de Cuajinicuilapa, Francisco Atilano Santamaría, tiene una colección bibliográfica obsoleta, insuficiente y maltratada. A lo largo de estos años se han sustraído libros y libros y no se han repuesto. En los también maltratados estantes se acomodan libros con aparente orden pero sin concierto. La mitad de la de por sí pequeña sala no se utiliza, y en la parte trasera se arronsan materiales de desecho y utensilios de aseo.
De los tres redondos, a uno de ellos se le quemó el techo de palma hace unos meses, y así permanece. Tanto estos como las paredes de los edificios que dan a la explanada -a excepción del propio museo- y las bardas se encuentran pintarrajeadas. La supuesta colección de uno de estos redondos, que imitaba una vivienda criolla de mediados del siglo XX, ha desaparecido.
La casa de la cultura fue desterrada de allí durante el trienio de Constantino García Cisneros, y se han instalado en el lugar oficinas municipales de diversas áreas, según el ánimo de cada presidente; sus baños están deteriorados -cerraduras dañadas, muebles rotos, el calentador de agua no funciona, etc.- y tienen fugas de agua permanentes.
Las jardineras y áreas que antes tenían plantas están vacías; algunos postes de la valla de entrada han sido desprendidos; la fuente ni la iluminación funcionan; los pisos están rotos... El museo se debate entre el deterioro y el abandono.
Durante el periodo administrativo del generoso presidente Vicente Cortés Rodríguez, los recursos económicos que el ayuntamiento aportó se utilizaron para cercar el conjunto cultural con tela de alambre y embardarlo, dejando de lado el mantenimiento a la colección museográfica, como si careciera de importancia.
Administradores del museo: cada quien para su santo
En 1999, de acuerdo con el decreto de creación 001, el cabildo decidió que cedería en comodato la administración del museo al grupo Museo Comunitario Cuijla, A. C., el que ha llegado a tener hasta cien afiliados, aunque solamente se hayan involucrado en ello apenas una decena.
Durante ese año, desde marzo hasta noviembre, el museo funcionó de buena manera: se abrió al público, a bajo costo, y se ofrecían visitas guiadas; se realizaron talleres de música, ajedrez, pintura, danza, entre otras actividades que involucraban a la casa de la cultura y a la biblioteca. La administración municipal financiaba todas esas actividades, así como los sueldos del personal y otros gastos de administración, como pagos de luz, agua, teléfono, mantenimiento, etc.
Con la llegada de Constantino García Cisneros a la presidencia del municipio, en diciembre de 1999, el ayuntamiento dio marcha atrás y dejó de apoyar al museo; incluso, este presidente -que mucho presumió y presume de ser “negro”- pretendió desaparecerlo, y desagregó la casa de la cultura del conjunto cultural para instalar en ese lugar oficinas del ayuntamiento.
El grupo administrador del museo sorteó con dificultades esa arremetida, y consiguió que no desapareciera. Sin embargo, desde entonces hasta la fecha no ha sido capaz de gestionar ni generar recursos para su administración, manutención y renovación: solamente han dependido de la voluntad del presidente en turno para obtener ciertos apoyos.
El personal se redujo a dos empleados, los cuales paga el ayuntamiento; además, éste apoya con el servicio de limpieza. En algunas ocasiones, ya lejanas, el comité administrador organizaba rifas, bailes y fiestas con venta de comida para obtener fondos, pero estos nunca resultaron suficientes.
Aunada a esa incapacidad para administrar con éxito el museo, ahora ese grupo enfrenta una enconada división entre dos de sus miembros puntales, Orlando Agama Rodríguez y María de la Luz Rodríguez Vega, misma que obstaculiza aún más las probabilidades su supervivencia como una entidad en manos de la llamada sociedad civil.
Al cabildo municipal, ¿qué le importa el museo?
Aunque algunos regidores y autoridades actuales manifiestan interés porque la administración del museo deje de ser un coto cerrado -y con ello, él mismo deje de serlo-, nadie ha intentado intervenir para solicitar algún informe del estado de esa gestión, incluso a pesar de que en toda su existencia ese comité no ha dado cuenta de los recursos públicos que ha manejado, siendo el propio museo producto de ese tipo de recursos.
El museo le pertenece al municipio; sin embargo, dada la alta conflictividad de los miembros del comité de la supuesta asociación civil que lo administra, ninguna autoridad ha asumido su papel y solicitado algún tipo de informe, toda vez que -como se dice en el pueblo- nadie quiere problemas, y menos con los mencionados: el comité quiere todos los apoyos, pero no ofrece informes ni rinde cuentas a nadie. Posiblemente, ni siquiera elabora o tiene informes internos de sus actividades ni de los ingresos y egresos.
La población: ¡Qué nos importa!
La percepción generalizada de la gente de la cabecera municipal es que el museo le es ajeno, aunque no deja de sentir cierto orgullo o satisfacción porque el museo de cultura afromestiza más grande de América Latina esté aquí. El grupo que lo administra se ha encargado, con hostilidad gratuita a veces, de mantener lejos a cualquier ciudadano que se interese en participar y no se pliegue a sus intereses.
El museo está secuestrado por ese grupo, dicen, palabras más o palabras menos, en Cuajinicuilapa. El museo es propiedad de tal o cual, aseguran. De allí, la apatía. Y las molestias... pero nadie quiere problemas.
14 años cumplió el museo el pasado 21 de marzo, y las perspectivas que enfrenta no son halagüeñas. Gente del comité asegura que el gobernador del estado se comprometió a invertir algunos millones para remozarlo y volverlo funcional; sin embargo, ante la vista de los hechos, la palabra del gobernador Aguirre Rivero no pasa de ser mero viento que no deja rastro, como bien lo constataron los locatarios. Mientras, la colección museográfica espera ser renovada, pues, luego de 14 años de mostrar lo mismo, difícilmente hay personas que regresen a verlo.
Posiblemente al museo no le sea pertinente el dilema de renovarse o morir, sino seguir por la ruta del deterioro hasta quién sabe cuándo.
1 comentario:
Muy lamentable esto, ya que es el único museo en México donde hay registro sobre la cultura africana y mexicana.
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