viernes, 22 de enero de 2010

El presidente y el totole


(21 de enero de 2010)

Como el que se robó el totole, reaccionó mi presidente. ¿Totole?, ¿qué es eso? Yo no sé que es eso de totole. A mí háblame bien, no andes con vueltas, háblame claro. ¿Qué es eso de totole? Yo ni siquiera sé lo que es totole…

Que dice el catoliquísimo presidente de Cuajinicuilapa, el bueno de José Guadalupe Salvador Cruz Castro, que este escribano se burla en vano de su fe. No es cierto: lea bien, señor presidente. Su fe es suya y de usté mismo, como su café que bebe: critico que haya sustituido la imagen de los héroes de la patria por la de Jesús, El Cristo, en la pared de su oficina porque no corresponde a un hombre electo de acuerdo con la ley violarla. Critico que gobierne de frente a dios, el suyo, y de espaldas a la ciudadanía, esa que depositó su confianza, su fe, creyendo que usté iba a trabajar por el beneficio de todos, como se supuso cuando lo vieron cargando muertos, como lo creyeron cuando regalaba yelo y agua embotellada, como pensaron cuando mandaba a hacer alguna obrita (con cemento del Ayuntamiento, varias veces, pero eso no se sabía, o lo sabían sólo algunos). Tan claro como la sencilla sentencia cristiana: Al césar lo del césar, y no lo de dios; lo de dios, a dios, no al césar. La ley del tercer excluido, como sabe. Y no porque yo lo diga, sino porque ha costado demasiado a este país conseguir la separación del estado y la iglesia para vivir en paz. Y debe usté, señor presidente, gobernar de acuerdo con la ley, no conforme a sus creencias. Lea usté a Juárez, señor presidente, que la iglesia cristiana ya tiene designados sus sacerdotes, y usté no se ha ordenado como tal aunque lo desee. Oiga, don José I, ¿y la fe de los no católicos tampoco merece respeto?

Es curioso, lector laico, que su catolicísima majestad, don José I de Guajenicuilapan, recurra al mismo tipo de chantaje que su sucesor, el nunca bien olvidado Vicente Cortés Rodríguez. Ambos navegaban con bandera de inocentes, de pobrecitos, de chamaqueados. Porque siempre se está quejando el bueno de José de que no sabe, de que lo engañan, de que no le hacen caso, de que es la víctima, el mártir, el sufriente. Y las preguntas siguen siendo las mismas: ¿No fue su boca la que dijo que no quería a su hermano en el gobierno por la mala y justificada fama de mañoso? ¿No fueron sus palabras ante los ciudadanos las que se comprometieron a no incluir en el gobierno a ese otro mañoso de nombre Eleucadio, al que, según hizo parecer, no quería por eso mismo? Y ahí le paro al recordatorio. Paso un puente para llegar al otro lado de mi discurso.

Llegó un periodista –de esos que tienen periodos, de los regenteados por esa señora que se hace llamar andropausia– al palacio municipal a ofrecer que él contestaría todo lo que El Faro y este reportero noticiaran sobre el bueno de José y su excelente gobierno. Acoto, lector apolítico: para mejores señas, el periódico ese “vende entre mil y mil quinientos” ejemplares en Ometepec y sólo veinte en Guajenicuilapan –donde él vive y la gente es muy burra, muy analfabestia, muy sinculturizada, como le gusta presumir al “editor” de ese profesionalísimo semanario–; el periódico ese se regala en Guajenicuilapan, a menos que encuentre incautos que lo compren, lo que es tan raro como que su “editor” conozca la “diferiencia” entre ornato y ortografía; el periódico ese, “de izquierda” como su “editor”, que se vende hasta por mil quinientos pesos mensuales al servicio de ayuntamientos hasta de derecha como el pripanista de Guajenicuilapan. En fin, el “editor” de ese periódico vino a ofrecerlas, pero no se las aceptaron, le dijeron que no, que el bueno de José no necesita de desinflados globos para sortear las calmas aguas de la hipocresía, y escribo hipocresía porque a pesar de decirse honesto, honrado, probo, generoso y desprendido, ha mentido y ha delinquido (no estoy seguro si de ha tomado dinero de modo directo) permitiendo que otros estafen, extorsionen y roben en su nombre (desde el regidor del fertilizante, hasta su asesor incómodo, pasando por las tracalerías de la dirección de obras y las transas a luz del día de seguridad pública, sin excluir a tránsito, la sindicatura, desarrollo rural, etc.).

Y es que de su propia boca nadie puede salvarlo, ni los desmentidos en El Sol de Acapulco, en Expresión de la Costa y uno que otro periodicucho de mil quinientos al mes [Confesaba un funcionario del gobierno municipal que él supuso que se necesitaban como diez mil pesos “para callarlo”, pero que, y hasta en eso es mediocre, “se conforma con poco, sale barato”]. El lunes pasado, este escribano en traje de reportero pasó al aire, en la radio, los exabruptos de don José I frente a los policías que exigían pago de salario y aguinaldo, entre otras cosas, para mejor documentar su demencia (para detalles, consultar El Faro, 21 de enero de 2010). Sospechan ellos, el grupo en el poder, comandado por el asesor incómodo, sospechan esos bribones, incluido don José I y la bola de regidores que lo lambisconean, que el dinero sirve para comprar silencio y aprobación, además de halagos y lambidas de patas, creen que todos los medios de comunicación son deshonestos e inmorales, que no conocen de ética, y se equivocan. Pretende la mayoría del Cabildo un convenio con este medio informativo para “callarle la boca” a este escribano, sobre todo porque ha publicado asuntos que se orean en ese cuerpo colegiado, mismos que algunos de ellos consideran como “asuntos de familia”, ignorando flagrantemente que tales asuntos son públicos y deben ser del conocimiento de los ciudadanos, que quienes pagamos sus salarios estratosféricos tenemos derecho a conocerlos, a analizarlos, a cuestionarlos, a exigirles cuentas. Rayando en lo absurdo, algún regidor (que no regula sino que parece que regla) pretende que El Faro designe a otro reportero para cubrir las interesantísimas noticias que genera el productivo quehacer edilicio y el excelente gobierno de su catolicísima majestad, don José I.

Las evidencias saltan a la vista. El gobierno del actual Ayuntamiento deja mucho que desear, es errático, desordenado, corrupto, ineficaz y, por si hiciera falta, hipócrita. El lunes pasado, frente a los policías que denunciaron corrupción del subdirector y del director de seguridad pública, el presidente Cruz Castro fingió no saber, quiso desviar la atención del problema, tratando de involucrar a los policías y que estos actuaran como soplones; “investigue”, le respondieron, pero él se hizo el amnésico, el ignorante, el inocente, el pobrecito de José, cómo le engañan. Al final aceptaría que sí, que sí sabe, que tiene conocimiento de que los mandos de la policía cobran por hacer servicios a negocios particulares, y lo justificó diciendo que era necesario, que ese dinero si bien no ingresó a la tesorería sí se utilizó en beneficio de los policías (hecho falso, por cierto, como le hicieron ver sin que lo aceptara). Pero también fue muy insistente en una cosa: él no se está robando ese dinero, no piensen mal de mí, yo no tengo necesidad. Lo mismo cuando denunciaron que los mandos policiales “se arreglan” con los presuntos delincuentes al margen de la ley, al margen de las mismas autoridades competentes (como el síndico procurador, aunque si llegan allá, de todos modos se aplica el mismo principio: no pasan más arriba): José Guadalupe Salvador Cruz Castro no dijo nada al respecto ni pidió explicaciones al síndico o al director de seguridad pública, presentes, volvió a pretender que los policías denunciaran los casos en que se capturan armas y se devuelven, por compadrazgo político, por dinero.

Sí, el presidente no actuó como el que se robó la cucha por el método de darle a comer pan con alcohol, y antes de ser inquirido respondió con un “yo no sé de cucha prieta”. El de la cucha prieta, Julián Picudo, para más señas, aceptó implícitamente que sí sabía de cucha, sobre todo porque dijo que era prieta antes de que la quejosa la describiera. El catolicísimo don José I no, él negó conocer la materia, dijo no saber qué era un totole, un cune, un guajolote, un pavo; pretendió desviar el tema, ya haciéndose el no enterado, ya arremetiendo contra los supuestos enemigos de su hermano, el ganón, el que se lleva el dinero a través de sus achichicles, los acusados. Pero lo acosaron, le dieron argumentos, datos, razones, le dieron detalles (para que no dijera que no sabía) de las tranzas, de las corruptelas cometidas en su nombre (como también le dejaron en claro), le debatieron. Fingió demencia, el presidente católico de Cuajinicuilapa, pues, como el del totole, pero le mataron el gallo, le azotaron el totole por la cabeza, le dieron mole de su propio totole. No se vio que lo haya disfrutado. ¿O lo fingió? “Para que esto sea transparente, presidente, hay que hablar con la verdad, no hay que engañarnos a nosotros mismos…”, le dijeron. ¿Lo habrá escuchado?

(La Esquina de Xipe)

No hay comentarios:

Seguidores

Archivo del blog