28 de enero
En una muestra más de insensibilidad e irresponsabilidad, la dirección de obras públicas de Cuajinicuilapa derribó un árbol de drago de más de cien años de edad para edificar una barda en la escuela secundaria Lázaro Cárdenas de esta cabecera municipal, el pasado lunes 25 de enero, afectando el entorno ecológico de esa zona.
Algunos hombres viejos recuerdan que ese drago era uno de los últimos árboles de la parte alta del ojo de agua El Chorro, zona donde se realizaba, entre otras, la fiesta de Santiago hace cuarenta años.
“Es un árbol viejo; yo los vi cuando chamaco, en ese entonces, esos dragos ya eran lo que se dice dragos, ya eran árboles grandes, de muchos años, tal vez más de cien”, recuerda un criollo de Cuajinicuilapa, de casi setenta años de edad.
En la parte alta de El Chorro, debajo de una docena de dragos se celebraban diferentes fiestas del pueblo, además de instalarse en esa explanada el corral de toros, parte de varias festividades.
Aspecto de la zanja donde se edifica la barda
Ahora, la administración del pripanista José Guadalupe Salvador Cruz Castro, presidente municipal, derribó el último de los dragos que quedaba en el poniente de los límites de la escuela secundaria Lázaro Cárdenas para construir una barda.
El árbol de drago derribado medía aproximadamente 15 metros de alto y obstruía la línea recta que se trazó para edificar la barda, excediendo la capacidad de ingeniería de la dirección de obras para trazarla sin tumbarlo.
El derribamiento, y muerte, de este drago resulta atentatorio contra el entorno ecológico, del cual el paisaje es parte sustancial, porque no se buscó armonizar la construcción humana con el terreno natural, sino que se ejecutó la medida más fácil, aunque perjudicial.
Pero este atentado ecológico no es casual sino una constante en esta administración municipal, como lo prueba la construcción de un colector de drenaje en la zona sur de Cuajinicuilapa, sobre un arroyo.
Este daño, la muerte del drago, resulta irreversible y cuestiona directamente la sensibilidad y la responsabilidad del gobierno del presidente Cruz Castro, toda vez que éste se reclama benefactor y amante de su pueblo.
Sin embargo, no se prevé que ciudadano alguno o algún grupo de la sociedad manifieste públicamente pesar o inconformidad con este crimen ecológico, toda vez que la cultura local promueve la desaparición de la flora y la fauna en pro del concreto y de la urbanización a ultranza, en una visión ideológica que las contrapone como “de atraso” y “de progreso”, respectivamente.
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