miércoles, 20 de enero de 2010

Mierda, orines y aguas sucias, en el mercado de Cuajinicuilapa


Mierda de animales

17 de enero

No es una obra prioritaria, piensan en el gobierno de José Guadalupe Salvador Cruz Castro.

Los hechos lo confirman: se gestionan recursos para calles en buen estado, para un zócalo al cual bastaba un remozamiento; para una unidad deportiva cara y suntuosa (¿con alberca olímpica?).

Nada para el mercado municipal de Cuajinicuilapa, de la cabecera municipal; lo mismo con el obsoleto e insalubre rastro municipal; lo mismo con el alumbrado público (calificado como prioritario para combatir la inseguridad por José Cruz Castro); lo mismo con el gran quemadero a cielo abierto que es eso que llamamos basurero.

El mercado estuvo a punto de quemarse, en la celebración de la navidad, cuando las instalaciones eléctricas se incendiaron como producto de un corto en una de ellas, en el área de comida.

Las autoridades mandaron a personal de servicios públicos para que cortara el cableado e impedir una conflagración mayor; después, no había quien restableciera esas conexiones; reconectaron los de servicios públicos, pero porque les pagaron.

¿No se enteró, el presidente José Cruz?, como dicen en el área de venta de carnes y pollo, ¿falta que el DIF le fabrique unos lentes para que vea estos desperfectos?

“No les importa, no les interesa”, repiten los comerciantes del mercado.

“No se lo merecen”, responden las autoridades, “lo que pagan de cuotas es muy poquito”.

No hace política, la autoridad municipal, y deja que el mercado siga siendo un foco de infecciones, de riesgos: insalubre, oscuro, saturado, sucio, apestoso.

“Mire usté”, dice una vendedora a El Faro, “asómese allí para que vea”, y señala un cubículo en el pasillo de carnes.

Mierda de perros esparcida por el suelo, ensuciando, apestando.

“Y no hacen nada, son chingaderas”, continúa la vendedora, “le dice uno al administrador, pero nomás se hace el sordo”.

En otro rincón del mercado, por el pasillo de ropa, en una esquina se pueden ver y oler pozas de orines.

Un comerciante de esa zona lo hace notar a cada rato: “Este es el baño, aquí viene la gente a hacer sus necesidades, como no hay quien vigile esta zona en la tarde y la noche; mire usté nomás, acérquese para que vea cómo huele”.

Jiede, apesta esa esquina donde van a mear.

Pasar el pasillo de pescados y doblar la esquina donde están los baños es toda una experiencia de olores.

“Mire, aquí está esta coladera”, narra una comerciante, “según vinieron a arreglarla, vea cómo está: el agua no se va, se riega, se tira por todo el pasillo; se los dijimos, pero no hicieron caso”.

Otra mujer la secunda: “Orita acabo de estar con la escoba, regresando el agua y echándola a la coladera porque se riega”.

“Pero dice el presidente que no hay dinero”, continúa la primera mujer, “el presidente y también el tesorero, que no hay dinero; les dijimos que esa reparación que estaban haciendo estaba mal, pero no les importa, así dejaron esas coladeras”.

De que te mojas, te mojas los pies en esa zona.

En efecto, hace cuatro o cinco meses el gobierno del pripanista José Cruz Castro mandó a reparar las coladeras, pero nunca concluyó, dejó sin tapa las coladeras.

En esos días, algunas comerciantes del área de pollos se quejaron: “Vea usté, mire cómo dejaron esas coladeras abiertas, sin tapa; según las arreglaron”.

“No se lo merecen”, el saneamiento y el remozamiento del mercado, opinan las autoridades, y actúan en consecuencia, sin atender esos problemas.

Entre tanto, un paseo por el mercado de Cuajinicuilapa puede ensuciarnos los pies.

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