miércoles, 20 de enero de 2010

Ineficiencia y malos tratos en el hospital básico de Cuajinicuilapa


Mujer preñada espera atención urgente en el HBC (archivo)

7 de enero

Un socorrista define la atención del hospital básico comunitario de Cuajinicuilapa con sorna: “Allí nomás saben curar diarreas y tos”, dice en alusión a que la escasez de especialistas, de aparatos médicos y de medicamentos impide que se atiendan emergencias como partos de alto riesgo o traumatismos producidos por accidentes.

Pero no sólo la escasez es la causa de la mala atención.

Hay médicos que durante la noche se encuentran briagos, dando atención; pero casi nadie acepta una atención así.

“A las siete de la noche suspenden el servicio de farmacia porque no hay luz”, asegura el padre de un paciente infante, “y ya no te atienden por nada, ni las enfermeras le hacen caso a uno”.

“Espérese a que venga el médico, te dicen, aunque vayas por una cosa sencilla, y para que él medico llegue puede pasar una eternidad; yo vi a una señora a punto de dar a luz a la que no quisieron atender, y eso que ya se le había roto la fuente; no puede ser posible que lo traten a uno tan mal”.

Lo mismo si se tiene que acudir a consulta: hay que acudir con muchas horas, cuatro, cinco, de anticipación para encontrar atención; además de soportar los malos tratos, el despotismo de los administrativos que atienden.

“Eso ya lo sabe uno, ya hasta es normal que tenga uno que perder el día para que le den consulta”, resume un hombre.

Algunos pacientes o familiares de pacientes repiten un nombre: “esa Kenia”, empleada administrativa encargada de la farmacia, a quien acusan de maltrato, de pésima atención.

“Se aprovecha porque según a las seis de la tarde ya no se ve, porque no hay luz, y ya no surte la medicina; o lo deja a uno esperando porque tiene que ir a atender a su novio; o te atiende cuando quiere”, relata una mujer.

La gente de Cruz Roja es terminante: “ya ni llevamos a los pacientes allí, nunca nos los reciben, nunca tienen condiciones para recibirlos, es una pérdida de tiempo”.

No hay área del hospital que no se escape de críticas, quejas, maldiciones, excepto alguno que otro médico.

Despotismo ejercido con mujeres que vienen con complicaciones en sus embarazos, manifestado en un burocratismo exasperante:

“Primero te mandan a que vayas por tu expediente, si no, no te atienden, aunque sea una emergencia”, comenta un marido de una mujer a punto de parir, a quien hacen esperar en los incómodos asientos de la entrada.

Y ni siquiera hay una autoridad ante quien quejarse: el director difícilmente se encuentra; entre tanto, los pacientes y sus familiares tienen que padecer estos males, evitables, por cierto.

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